lunes, 22 de agosto de 2011

QUIÉNES SOMOS Y DÓNDE EXISTIMOS ( y III)



Verdaderamente y debido a la evolución de cada Ego por medio de la reencarnación, cada uno de nosotros percibe una parte de la Realidad mientras que se guía por otra gran parte de realidad ilusoria para actuar en la vida. De ahí que el menos evolucionado esté más apegado al mundo físico, a los placeres y a lo material en general, mientras que el más evolucionado busca su mundo en “cosas” y experiencias que no son de este mundo. En realidad todos somos hermanos en Espíritu, la diferencia está en que los más evolucionados tienen una conciencia más elevada (se identifican más con el amor, la fraternidad, el altruismo, la comprensión, la tolerancia, etc.) y por eso mismo tienen el deber de ayudar a los que les siguen puesto que ese es también el camino que lleva a Dios. Según vamos elevando nuestras consciencias y vamos identificándonos con nuestro creador, también vamos unificando nuestras conciencias entre nosotros y con Dios; sin embargo, para conseguirlo más rápidamente debemos comenzar por unificar las consciencias terrenales, es decir, debemos comenzar por tratarnos como verdaderos hermanos y ayudarnos y servirnos con amor.

Como ya hemos explicado, la diferencia entre lo más y lo menos sólido radica solamente en que las partículas energéticas que componen cada cuerpo o forma física vibran a diferente frecuencia, así, si pudiéramos percibir con nuestros ojos dichas energías, veríamos que las formas están llenas (sin vacíos entre los átomos) de partículas energéticas en movimiento. Son los pensamientos, los sentimientos y las emociones mezcladas con las percepciones de los sentidos los que dan forma a lo que nosotros llamamos mundo físico y mundo real. Científicamente está demostrado que nuestros sentimientos, emociones y pensamientos alteran la naturaleza de la materia actuando sobre dichas partículas energéticas; por otro lado, sabemos que el hombre es creador por medio de su mente, intuición e imaginación. Prueba de ello es todo lo que hemos creado sobre la faz de la tierra a lo largo de millones de años. Esto lo ha demostrado también la ciencia con algunas pruebas de laboratorio efectuadas, por ejemplo: El japonés Masaru Emoto alteró la naturaleza del agua por medio de pensamientos, palabras y oraciones; y algo parecido también se ha efectuado sobre el ADN por medio de los sentimientos y emociones.

Por consiguiente, todos estamos hechos de energía y esta energía vibra a mayor o menor frecuencia dependiendo de los sentimientos y pensamientos que expresemos en todo momento; lo que significa que nos manifestamos según vibremos en positivo o en negativo, en lo moral o en lo inmoral, en lo espiritual o en lo egoísta y material, etc. Queda claro, por tanto, que el mundo de las percepciones en que vivimos, que creamos, y que llamamos real, es el efecto de las vibraciones que llevamos con nosotros. Así, cuando tenemos ideales elevados (de espiritualidad, amor, simpatía, tolerancia, etc.) y los llevamos a la práctica con nuestros diferentes cuerpos, no solo vibraremos en sintonía con los mundos espirituales y de acuerdo a las Leyes Divinas, sino que también percibiremos el mundo y a los demás desde esa perspectiva.

Cuando una persona vive estancado en la maldad, en el egoísmo, en la violencia y en hechos similares, lo mostrará en sus diferentes cuerpos y los que le rodean se sentirán incómodos junto a él; es decir, su mundo será de pesar, tristeza, oposición, etc., esto a su vez y por las leyes de atracción y relación, atraerá vibraciones de las mismas características que haya a su alrededor aumentando así su calvario; sin embargo, esa persona tendrá siempre la posibilidad de cambiar hacia lo positivo y espiritual gracias a su libre albedrío. Somos el resultado de los deseos, sentimientos y pensamientos del pasado, y para ser felices, para vivir en la paz del Espíritu y para crear un futuro positivo y fructífero desde el punto de vista del Alma, debemos situar nuestros sentimientos y deseos en el corazón a la vez que utilizamos la mente para buscar lo elevado y discernir entre lo verdadero y lo falso y lo correcto y lo incorrecto. De hecho y puesto que somos lo que vibramos, podemos cambiar nuestra “realidad” o “mundo” en cada momento de nuestra vida, aquí y ahora; sólo es necesario mantener sentimientos y pensamientos elevados y ver el mundo como una creación de Dios con la cual debemos colaborar.

Lo mismo ocurre respecto a todas las formas físicas, la “materia” de nuestros cuerpo físicos es renovada constantemente por la ley de atracción y según sea la naturaleza de nuestros alimentos, deseos, sentimientos y pensamientos. Pero respecto a los cuerpos sutiles superiores en particular, son el Ego y la conciencia quiénes deberían tener mayor influencia y poder sobre las partículas que conforman dichos cuerpos; o lo que es lo mismo, son el Ego y la conciencia quiénes deberían expresarse conscientemente a través de nuestro cuerpo de deseos y de nuestra mente, así, dicha renovación de las partículas que componen dichos cuerpos sería siempre de más elevada frecuencia vibratoria. Pero ¿Qué hace que cada partícula que se renueva se agrupe y reagrupe dando forma y expresión a nuestros cuerpos? En el caso del cuerpo físico, como ya hemos dicho, es el cuerpo etérico que, como molde, atrae dichas partículas para dar la forma sobre la cual se agruparán los átomos que formarán las moléculas y las células. En el caso de los cuerpos superiores al físico es principalmente el arquetipo que creamos en el Mundo del Pensamiento antes de renacer, el cual contiene una nota-clave o vibración especial individual que atraerá la materia y que durará el tiempo que debe vivir aproximadamente el cuerpo físico.

Esta vibración es la que atrae la materia del Mundo del Pensamiento para formar el cuerpo mental y la que atrae la materia del Mundo de Deseos para formar el cuerpo de deseos de donde se originan nuestros sentimientos y deseos. Así es que todos traemos una determinada vibración en base a la cual se formarán los cuerpos de expresión del Ego, pero esa vibración está íntimamente relacionada con la evolución o desarrollo alcanzado por ese Ego desde que comenzó su sendero evolutivo como humano. Por tanto, a mayor desarrollo, más elevada vibración en los cuerpos, lo que facilitará una expresión más elevada del individuo en sentido moral, intelectual y espiritual.

Como hemos podido ver a lo largo de este artículo, aunque tengamos un cuerpo físico, nuestro origen no es este mundo, en realidad casi no existimos aquí porque, aunque los sentidos y la mente perciban algo cuyas formas llamamos físicas, el verdadero Ser, el Ego, lo percibe desde su propio mundo mental abstracto, el cual está incluso por encima de las regiones relacionadas con nuestra mente concreta y razonadora; prueba de ello es que nosotros (representados aquí como voluntad) tenemos poder y dominio sobre la mente. Profundizando un poco más sobre este asunto diremos que a nivel subatómico y etérico no existen las características física que percibimos con nuestros sentidos (color textura, olor, sonido…) esas características se perciben gracias a los sentidos del cuerpo físico, al cerebro y a la mente, pero cuando estamos fuera del cuerpo no somos conscientes del mundo físico ni de lo que contiene, que es como decir que estamos en otro mundo de partículas que nuestros sentidos no perciben. Quien percibe y observa es el yo personal consciente en este mundo físico puesto que no ha evolucionado lo suficiente como para percibir en los otros mundos, (como por ejemplo, donde vamos cada noche mientras dormimos) pero sabemos que la conciencia no es ese yo, sino que es algo superior que se manifiesta como un maestro espiritual, como intuición y a veces en forma de premoniciones o profecías.

Este Yo superior o Alma, manifestado a través de sus cuerpos, pero utilizando principalmente a la mente para enfocarse en el mundo físico, es el que debe utilizar el cerebro y los sentidos para obtener el mayor provecho de su vida en la tierra; ese Yo está unido al Espíritu que es parte de Dios, del cual fue diferenciado. Nuestro verdadero mundo y nosotros como Espíritus somos celestiales porque, tanto el origen de las partículas que crean los mundos como nuestro propio Ser, tienen su origen en el propio Mundo de Dios, el creador del universo, del cual no se puede dar forma ni imagen.

Francisco Nieto

1 comentario:

cielo20200 dijo...

Los sentidos persiben