lunes, 21 de febrero de 2011

EN LUCHA CON LA PERSONALIDAD (I)


La personalidad, como resultado de muchísimos renacimientos, tiene la conciencia totalmente centrada en el mudo físico tal y como lo planificaron las jerarquías creadoras de acuerdo al Plan de Dios. El hombre renace como personalidad para experimentar con un nuevo cuerpo y cada mil años aproximadamente porque el planeta y la humanidad han cambiado lo suficiente como para adelantar mucho más en su sendero evolutivo. Cada cuerpo y destino de cada persona es el resultado de lo hecho y conseguido en sus anteriores vidas como cada día de clase de un alumno está basado en lo aprendido anteriormente, que es lo que le facilita un nuevo aprendizaje. Pero, tal y como afirma la ciencia, el hombre no es el cuerpo físico, ya que éste está compuesto de la misma materia que cualquier otro objeto, sino que “el hombre” recibe la información de lo que le rodea y de sus experiencias en el cerebro (por medio de sus sentidos) en forma de “mente concreta” u “objetiva”. Ha sido precisamente dicha información y experiencias de cada vida la que, desde sus primeros tiempos como hombre-animal, le ha llevado a su estado actual de desarrollo. Por tanto, la personalidad no solo ha sufrido y vencido al mal en sus peores aspectos sino que gracias a ese “mal” ha aprendido a razonar sus acciones e impulsos hasta hacerse una persona cuyos ideales están más centrados en vivir en paz y en armonía que en hacer la guerra o vivir enfrentado en un ambiente de desequilibrio.

Si bien, en los primeros pasos como personalidad, el hombre se dejaba llevar por sus deseos egoístas y por sus peores sentimientos con tal de sobrevivir y de conseguir lo que deseaba sin apenas razonar nada, ahora está empezando a hacer lo contrario, es decir, intentar razonar sus acciones, aprender de las experiencias (principalmente de las malas) y de los demás y intentar dominar sus deseos e instintos o impulsos incontrolados. Así es que, quien siente la necesidad (como efecto del desarrollo obtenido en sus renacimientos) de controlar su instinto, impulsos, deseos egoístas, malos sentimientos, etc., se encuentra con la duda de cómo conseguirlo. El cuerpo físico se puede ver impulsado a la acción por un deseo, sentimiento o acción pero, como cualquier persona sabe, un deseo o un impulso puede ser dominado por medio de la razón, de esa mente que actúa sobre y a través del cerebro. Así es que, si el hombre suficientemente desarrollado como para desear elevar su desarrollo espiritual, quiere superarse y acercarse a su espíritu en esta vida, debe comenzar por proponerse unas metas y tener la firme voluntad de “tener concentrada su mente” y “estar atento” a todo lo que sucede y a todo lo que hace, dice y piensa.

Todas las personas, en algún momento de su vida y por diferentes circunstancias y experiencias, (buenas y malas) se proponen superar defectos, no caer en tentaciones y cambiar de actitud entre otras cosas. Esto es muy bonito aunque lo hagan egoístamente, de hecho la mayoría lo hace cuando la atmósfera planetaria está más espiritualizada (en diciembre y enero) porque su Espíritu está más fuerte y tiene más poder de influir sobre la personalidad; pero esas metas de superación se quedan en nada en la mayoría de los casos porque se debilita la voluntad y la razón ante los placeres de la vida física. Lo cierto es que obtiene mayores éxitos el que se analiza, medita y toma la decisión en silencio que el que lo pregona a los cuatro vientos; y es que, el que anhela superarse a sí mismo moral y espiritualmente, escucha a su corazón y a su conciencia para obtener esa fuerza del Espíritu cuya naturaleza es invencible para los aspectos terrenales.

Está claro que los defectos de la personalidad que más preocupan a un aspirante espiritual son sus malos hábitos y sus deseos egoístas, pero éstos no son fáciles de superar a no ser que se persista una y otra vez, primero porque son hábitos de muchos años, y segundo porque muchos de ellos están relacionados con otras vidas y nos vienen a modo de pruebas y para fortalecer la voluntad en ese determinado sentido. El sincero aspirante no debe tirar la toalla porque fracase en sus primeros intentos, es más, esos fracasos deben servir para fortalecer sus propósitos y su voluntad y para volver a persistir pero, eso sí, sin olvidarse de practicar una constante observación sobre sí mismo y sobre todo lo que le rodea. En lo que no debe caer el aspirante es en el desánimo o desilusión y mucho menos volver a esos malos hábitos con la excusa de que ha fracasado una o dos veces; eso le hundiría mucho más y volvería al mal hábito con más ganas.

Ya he dicho que el hombre actual ha evolucionado muchísimo desde sus primeros tiempos como hombre salvaje hasta nuestros días, primero porque la Ley de Consecuencia le ha devuelto los efectos de sus maldad, segundo porque ha aprendido de los errores de los demás, tercero porque después de la muerte ha experimentado “en sus propias carnes” el dolor y el sufrimiento que ha causado a los demás, y cuarto porque dentro de nuestro destino somos probados y tentados con la intención de que superemos los defectos que nos dominan. Es muy común en los aspirantes espirituales sinceros que pertenecen a una verdadera escuela iniciática como la Fraternidad Rosacruz Max Heindel que cuando obtienen el grado de probacionistas, sean probados por sus Maestros. Estos Maestros y Hermanos Mayores no solo observan a sus posibles discípulos en su vida cotidiana, sino que también “ven” las auras, el desarrollo espiritual y la predisposición que tienen para así dirigirles hacia la superación necesaria que deben alcanzar si de verdad quieren ser sus discípulos. Para ello y contando con que estos Maestros saben cuáles son los puntos más débiles y necesidades de los aspirantes, les ponen a prueba inesperada e inconscientemente en sus asuntos cotidianos pero sin que el aspirante sepa dónde, cómo ni cuándo.

Los aspirantes occidentales no suelen tener grandes defectos que superar si les comparamos con los de otros continentes que cometen gravísimos delitos antes los cuales nos quedamos horrorizados cuando lo vemos en los medios de comunicación, sin embargo, tienen otros más sutiles que, para la mayoría, son más difíciles de superar. Y es esta personalidad la que hay que vencer (por no decir eliminar) a través de la razón, a través del conocimiento de uno mismo y escuchando a la voz de la conciencia que es la que sabe todo lo que hemos pasado y sufrido por nuestros errores hasta llegar al estado actual. Estos defectos sutiles (resentimiento, envidia, odio, venganza, egoísmo, celos, crítica, malos pensamientos, etc.) que están presentes en nuestra vida cotidiana son los que el aspirante debe proponerse eliminar y los que los Maestros pondrán a prueba para que se desarrollen las virtudes correspondientes pero, repito, a la personalidad no se la vence si no hay voluntad de espíritu y persistencia después de las caídas.

Antes de obtener nuestra propia conciencia como humanos éramos similar a los animales, pero para alcanzar este grado tuvimos que pasar por infinidad de experiencias, desde entonces y hasta ahora hemos estado desarrollando la mente como medio para que nuestro Yo superior pueda servir de guía a la personalidad, pero si queremos dar ese gran paso que lleva de la personalidad al super-hombre, debemos eliminar todo lo negativo que ésta tiene en su cuerpo de deseos (malos sentimientos y deseos) y en su mente (malos pensamientos que nos llevan a hablar y a actuar en contra de las Leyes Divinas) Cuando un aspirante espiritual, bien porque se analiza y va conociéndose o bien porque está en probación en una escuela, tiene verdaderos anhelos y sinceros deseos de superar sus defectos, pronto comienza a ver cuáles son dichos defectos (que antes incluso no había visto) pero, por otro lado, también se va haciendo consciente progresivamente de que algún poder interno se está despertando en él.

Este poder interno hace que vea cada vez más y más claros sus defectos pero también le advierte para que no caiga ni siquiera en una simple crítica. Está claro que la razón y el discernimiento son de inmensa ayuda para ver cada día más claramente nuestro comportamiento ante el mundo y ante los demás, este uso de la mente debe traer los mejores resultados para alcanzar los objetivos fijados y para mantener fijamente y siempre presente las aspiraciones espirituales. Esto irá transformando progresivamente la personalidad y fortalecerá la voluntad para que persista. Por consiguiente, nuestros defectos y las pruebas son los que hacen que el hombre se supere a sí mismo y avance en su sendero evolutivo, y así debe ser hasta que las pruebas y tentaciones sean deseadas y no temidas.

Pero el aspirante espiritual no se debe confiar porque, como bien sabemos los que estamos en ello, no es fácil permanecer fiel y mantener la persistencia ante los ideales de superación cuando todo va sobre ruedas. Todo aspirante se confía cuando todo prospera, (economía, relaciones, trabajo, aspecto interno, etc.) es más, ni siquiera piensa en que sus asuntos puedan cambiar para mal, lo que conlleva el peligro del desánimo, de la rutina y de la vuelta a algo que ya creía vencido. Si el aspirante no mantiene la firmeza y la persistencia en sus ideales espirituales que hacen que domine a la personalidad, un simple problema laboral, un problema con otras personas, o una simple desilusión porque algo o alguien se interpone y frustra sus esperanzas y anhelos, puede hacer que se sienta derrotado. Si queremos imponer la voluntad de espíritu ante la personalidad egoísta y terrenal debemos mantener la constancia en nuestros propósitos y llevar una vida inegoísta y de amor y servicio al prójimo. El aspirante debe tener siempre presente que muchos de los problemas (y, por lo general, más que a otros) le son dados para que se quite las deudas del destino y para que adquiera más y mayores virtudes. Por tanto, sus aspiraciones y sus ideales espirituales deben estar siempre en lo más alto y tenerlos siempre presente en su mente y en sus acciones; el aspirante nunca se debe sentir derrotado por los problemas, por el desánimo ni por lo que otros le hagan, sea en las circunstancias que sean.


Francisco Nieto

viernes, 11 de febrero de 2011

PRIMEROS PASOS EN EL SENDERO ESPIRITUAL


Todo en el universo evoluciona, desde los propios reinos y especies existentes en la tierra hasta el planeta y el sistema solar mismo, de ahí que debamos admitir lo que dice la filosofía oculta de que el ser humano también lo hace gracias, principalmente, a las leyes de “Consecuencia” y “Renacimiento”. El hombre lleva evolucionando, como tal, hace aproximadamente unos ocho millones de años y desde entonces hasta ahora hemos pasado de ser una especie de animales a lo que hoy somos, es decir, unas personas más o menos sensibles y con cierta capacidad de razonamiento y discernimiento.


Es precisamente cuando se alcanza este nivel evolutivo cuando el mismo desarrollo espiritual adquirido en sus pasadas vidas hace que la persona se convierta en un “aspirante espiritual”. Todas las almas (personas) van evolucionando inconscientemente vida tras vida, van elevando sus conciencias y haciéndose más espirituales, pero llega una determinada vida en la que se despierta el deseo y el anhelo de progresar más rápidamente y, es entonces, cuando esa alma se convierte en un aspirante espiritual que da sus primeros pasos hacia la iniciación.

Esta es la gran diferencia entre la evolución normal de la humanidad y la del alma que “aspira” a desarrollar su espíritu de una forma consciente y voluntaria, y es que el aspirante debe tener un gran anhelo y un intenso deseo por alcanzar algo superior. Por consiguiente, quien desee convertirse en un sincero y verdadero aspirante a la iniciación, no debe ser indiferente o tener dudas respecto al esfuerzo a realizar sino que debe alcanzar sus objetivos espirituales por medio del entusiasmo y del esfuerzo persistente por muchos problemas y obstáculos que tenga.


Si bien, la humanidad evoluciona, en sentido general, por medio de unás líneas de ensayo lentas y automáticas ideadas por las jerarquías creadoras superiores, por el contrario, el aspirante espiritual y a la iniciación, debe hacerlo conscientemente y por métodos bien definidos y claros en relación a su propio desarrollo y constitución individual. Pero sea cual sea el método y las líneas de desarrollo, hoy dos aspectos que nunca deben faltar, estos son el esfuerzo y la persistencia. Por tanto, si no hay un esfuerzo continuo y persistente difícilmente alcanzará la iniciación el aspirante espiritual.


Para alcanzar la primera iniciación es necesario obtener contacto con algún Maestro, y para conseguir esto hay que atraer su atención, lo que no se puede conseguir si no es por medio de un desarrollo interno, lo que a su vez, solo se consigue por medio de un persistente y paciente esfuerzo en el bien obrar. Cuando me refiero a ese “bien obrar” no me refiero solamente al medio ambiente y a las personas que nos rodean sino también a nosotros mismos, es decir, a los vehículos que utilizamos en cada vida para poder aprender y evolucionar. Si no se purifican dichos vehículos no puede haber progreso espiritual, por tanto es necesario saber qué vehículos son y cómo se les puede cambiar.

El primero y más familiar de los cuerpos es el físico, así es que, pensando principalmente en la Ley de Consecuencia, deberemos cuidarle y alimentarle lo mejor posible, o sea, asimilando comida sana, nutriente y libre de productos tóxicos y no derrochando energía innecesariamente como, por ejemplo, con cada acto sexual. Por supuesto que no se debe fumar, beber alcohol ni comer carne, puesto que esto último obliga a otros a matar a nuestros hermanos menores los animales. El vehículo físico es imprescindible para poder renacer en cada vida, así es que es de suma importancia su cuidado porque, aunque desperdiciamos la energía creadora sexual porque quizás nos obsesione el sexo, resulta que en otra vida nos pasará factura y naceremos con algún defecto físico o mental. Y aunque mucha gente nos quiera, nos ayude y nos valore positivamente por lo bueno que estamos haciendo, los defectos físicos o mentales de la próxima vida impedirán que evolucionemos como debería ser.


El segundo cuerpo que vamos a considerar es el cuerpo emocional o de deseos donde también radican nuestros sentimientos. Al igual que el cuerpo físico en sus primeros tiempos era diferente y de aspecto salvaje respecto al actual, también el cuerpo de deseos estaba asentado sobre los peores sentimientos y deseos y no conocía los sentimientos, emociones y deseos elevados con los que trabaja actualmente la humanidad. Así es que, es deber del aspirante espiritual desarrollar los más elevados sentimientos y deseos a la vez que aborrece todos los negativos que hasta ahora le han dominado. Para ello es aconsejable la práctica del altruismo, la fraternidad, la devoción a Dios, la meditación sobre cosas elevadas y abstractas, el servicio amoroso a los demás, la oración y el discernimiento sobre lo verdadero y lo falso. Recuerde, los deseos y sentimientos bajos y negativos atan al mundo físico y al purgatorio después de la muerte, pero los buenos elevan a las gloriosas regiones espirituales que conocemos como cielos.


La voluntad es un aspecto del Espíritu y, por tanto, es su momento será, como en parte ya lo es, un poder de gran valor para el desarrollo espiritual, sin embargo, tenemos otro vehículo que, aun estando bastante menos evolucionado que el físico, es ya de gran valor para nosotros, este es el cuerpo mental.

Un hombre se puede dejar dominar por el deseo de robar, o por la crítica, o por cualquier otro vicio, pero si cuando le tienta ese deseo se pone a pensar en algo elevado, abstracto, o simplemente a orar con devoción y concentración, conseguirá vencerle. Si persiste en ello conseguirá eliminarlo de su vida porque, donde hay un pensamiento no puede haber otro a la vez, es decir, si se está pensando en las matemáticas o meditando en el Sermón de la Montaña no se puede estar pensando en robar o en la manera de ser de alguien para criticarla. No cabe la menor duda de que aquí entra en juego la voluntad y, por muy poca voluntad que tenga, no hay persona que no tenga la suficiente como para vencer a un mal deseo o sentimiento por medio de la voluntad y el discernimiento.


Por consiguiente, la mente es el siguiente vehículo que el aspirante debe purificar y para ello debe centrar su consciencia en sí mismo y no permitir que ande pensando en mil cosas a la vez ni pensando en cosas de las cuales no seamos conscientes. Hay tres aspectos respecto a la mente que se deberían analizar:
El primero es que no debemos dejarla suelta, sin consciencia de ella, porque eso sería como una pérdida para la memoria, la observación, el desarrollo de la conciencia e incluso el de la voluntad en su concentración.
El segundo es saber que si la utilizamos voluntaria y conscientemente desarrollaremos más lo anteriormente dicho y su propio poder, o lo que es lo mismo, la podremos utilizar siempre para el bien y para nuestro propio desarrollo.
El tercero trata de no utilizarla de manera concreta o específica en nada sino simplemente de actuar observando lo que hacemos como si fuéramos el propio Espíritu que está utilizando sus vehículos para experimentar y evolucionar.

La mayoría de la humanidad se encuentra aún en el primer grado de desarrollo, otros, menos, comienzan a manejar su mente a voluntad o sea a crearse un futuro y mejor destino gracias al autocontrol, pero el tercer aspecto no lo desarrolla casi nadie, si acaso algunas personas relacionadas con la filosofía oculta, sin embargo, eleva al hombre al mundo del Espíritu.
Pero existe un cuarto vehículo que no he querido mencionar hasta ahora del cual se forma el Cuerpo-Alma, el medio por el cual podremos ser conscientes en los mundos invisibles. Este cuerpo es el vehículo etérico, está muy entretejido con el físico porque se relaciona con su funcionamiento, vitalidad, memoria y consciencia pero, además, es el vehículo que debe desarrollar el aspirante a la iniciación. La purificación de este cuerpo y el aumento de los dos éteres superiores de los cuatro que está compuesto es imprescindible por dos razones principales: Primera, para poder obtener la iniciación y, segunda para poder ser conscientes en los mundos invisibles.

Para purificar los éteres de dicho cuerpo es imprescindible purificar los demás vehículos, es decir, llevar una vida pura, de oración y meditación, de amor y de servicio desinteresado allá donde se pueda. Sabiendo que el principal enemigo a vencer es el cuerpo de deseos, será necesario desarrollar la voluntad, la persistencia, la paciencia y la confianza propia, si no es así, este gran tentador aprovechará cualquier momento de debilidad en nuestra vida cotidiana para remover los viejos sentimientos y deseos. Cuando el aspirante comienza a hollar el sendero que le llevará a la iniciación le parece que todo son pruebas y tentaciones, se puede poner nervioso y excitable y, cuanta más prisa tiene por purificar su cuerpo de deseos, más difícil le parece andar el sendero. Pero llega un momento en que encuentra el equilibrio, la calma y la paz interna necesaria para atender sus deberes y responsabilidades a la vez que cumple sus obligaciones y ejercicios espirituales. Entonces, y aunque no está libre de sutiles tentaciones y pruebas, la vida espiritual y la purificación de sus cuerpos se hacen más asequibles.


El cuerpo etérico tiene una clave que es muy útil al aspirante espiritual, esta es larepetición”. Cuando se repiten a diario los ejercicios espirituales adecuados, cuando se practica la plegaria, los rituales, etc., estamos creando un hábito cuyos efectos son de suma importancia para el desarrollo de los dos éteres superiores de dicho cuerpo etérico. Si, además de intentar hacer todo como si fuera para Dios e imitar la vida de Cristo en los asuntos, cotidianos, se practica la concentración y la retrospección tal y como se explica en el “Concepto Rosacruz del Cosmos” de Max Heindel los pasos en el sendero serán agigantados. Es necesario analizarse y meditar sobre uno mismo para ver cuáles son nuestras virtudes y defectos; es imprescindible tener la consciencia puesta en los que se dice, se hace y se piensa para no cometer errores; es necesaria la persistencia y la firmeza para obrar bien a diario y para vencer las tentaciones y pruebas; es necesario, en definitiva, actuar como lo haría nuestro propio Espíritu que está por encima de todos los cuerpos.


Pero el aspirante también debe aprender de las experiencias que, a diario, suponen lecciones que ha de incorporar a su retrospección. Notará que “amigos” le darán de lado, que las personas no son como él cree, que compañeros en el sendero le ofenden o traicionan y que, en realidad se encuentra solo y así debe continuar hasta hacerse fuerte y maduro. Al principio del sendero el aspirante se puede creer ser poseedor de una gran y maravillosa verdad e intentará predicarla; otros alardearán de poderes que en realidad no tienen; otros les encantará dirigir y mandar en los centros, grupos y reuniones; pero el verdadero estudiante deber ser humilde y no buscar nada de eso sino solo servir al prójimo y practicar el silencio de palabra y la observación de todo cuando ocurre a su alrededor.

La Verdad o conocimiento que se va adquiriendo, más los resultados de sus ejercicios y oraciones deben guardarse y solo ser utilizados para dar ejemplo de vida y para predicar allá donde haya personas que buscan esa enseñanza. Aún así se hará humildemente olvidándose de uno mismo y no hablando de poderes en el caso de que se tengan. Llega un momento en el que ya es muy difícil dar marcha atrás porque se han cumplido los objetivos que se deseaban incluso antes de nacer. Entonces ya no se puede hablar de una manera ante quiénes nos escuchan o buscan la Verdad y actuar de otra en nuestra vida cotidiana. Entonces se siente la necesidad de vivir la vida espiritual, sin falsedades, sin apariencias, sin egoísmos y tan solo porque siendo humildes y amorosos sirvientes del prójimo se vive una felicidad interna que no se puede expresar.

Francisco Nieto