sábado, 25 de junio de 2011

CAMBIANDO PATRONES DE CONDUCTA (y II)



La misma costumbre de pensar en el bien y en la felicidad de las personas y del mundo, ya es una prevención para no actuar ni pensar mal y hacer que estemos relajados física y mentalmente pero si, además, razonamos nuestras acciones y reacciones con la mejor voluntad, seremos felices internamente. Pensar de forma altruista y benévola hacia los seres que nos rodean es abrir nuestros corazones hacia ellos a la vez que nos protegemos de las malas vibraciones que nos rodean. Simpatizar mental y sentimentalmente (no pensar mal y fijarnos en sus virtudes) con las personas comúnmente llamadas “malas”, nos ayuda a relajar nuestras tensiones y a cambiar nuestro karma futuro. Pensar en la felicidad y en el bienestar del prójimo y desearles lo mejor es hacernos felices a nosotros mismos puesto que la felicidad no es el resultado de un acto físico sino de un estado mental y emocional positivo unido a un deseo de amor y de fraternidad.

Por eso la mente debe estar libre y por encima de las sensaciones y de los efectos de las circunstancias que vivimos ya que, si no es así y no hay una concentrada y consciente atención, nos pueden llevar a los malos deseos, pensamientos y acciones. Una mente pura y libre de malos deseos, sentimientos y pensamientos que entorpecen la concentración y la atención, es una mente feliz que cumple con sus deberes espirituales, con su karma y con los patrones divinos; cuando actuando así se es feliz en esta vida, significa que también lo seremos en la próxima. Se trata de mantener una mente pura y libre del intrusismo que a cada segundo importuna y para conseguir eso tenemos que observarnos, conocernos y controlar nuestras reacciones para cambiar nuestra actitud en pensamiento, palabra y obra. Cuando evitamos que la mente esté suelta y que piense por sí misma como respuesta a las impresiones o sensaciones, y cuando la gobernamos con voluntad y consciencia, interrumpimos la larga relación neuronal que se produce en el cerebro y la desconectamos de la actividad cerebral. Entonces nos convertimos en observadores libres de sentimientos y pensamientos y ya no somos esa persona influenciada y guiada por los patrones y las conexiones neuronales; es decir, somos libres.

La filosofía oculta explica quiénes somos en realidad y cómo y porqué llegamos a ser conscientes en este mundo físico que nos parece tan real; por otro lado, la neurociencia y la física cuántica ya afirman que el ser humano no es quien hasta ahora hemos pensado sino que está más allá de la mente. Cuando una persona quiere cambiar de actitud ante el mundo porque su conciencia le dice que no está actuando bien suele decir que no es nada fácil ¿Qué es lo que le domina o qué se lo impide? Veamos, lo mismo que el que lleva una vida aburrida y monótona es porque no encuentra los alicientes que necesita, así también la persona dominada por su cuerpo de deseos y por su mente incontrolada tampoco encontrará el camino que le lleve a su Dios interno ¿Somos buenos o malos? O lo que es lo mismo ¿Nuestra actitud en la vida está basada en patrones egoístas y personales porque creemos que el cuerpo y el mundo físico son la única realidad existente? La verdad es que parece como si estuviéramos hipnotizados por todo lo que nos rodea, por los esquemas mentales relacionados con los hábitos y costumbres, por la opinión pública y los medios de comunicación y por un sinfín de cosas más que impiden a la mayoría de las personas ejercer su voluntad y su libre albedrío como verdaderos árbitros de sus destinos. Es más, la mayoría de nosotros estamos tan “cómodos” en este mundo donde disfrutamos de los placeres que nos cuesta creer que este mundo no sea el verdadero mundo que nos corresponde. Por eso nos cuesta romper con los patrones antiguos y no queremos esforzarnos en encontrar medios (como la filosofía oculta) que nos faciliten nuevos ideales, nuevas metas y nuevos conocimientos que eleven nuestra conciencia hasta el mundo del Espíritu.

Así es que de lo que se trata es de hacer nuevas conexiones en el cerebro por medio de nuevas técnicas, conceptos e ideas para que se efectué el cambio desde dentro para fuera ya que, cambiando la forma de ver las circunstancias, las actitudes y las personas, cambiamos la forma de pensar y tomamos nuevas decisiones que repercutirán en el carácter, en la fisonomía y en el destino. Hoy hablan los neurólogos de que las células son receptoras de péctidos procedentes del hipotálamo y que éstas reaccionan según la naturaleza del péctido que la penetre, es decir, de la emoción que lleven consigo. Esto explica las enseñanzas de la filosofía oculta respecto a la cadena de acciones y respuesta entre los mismos cuerpos en base a las cuales se forman los hábitos, costumbres y patrones de conducta de la mayoría de las personas que no tienen en cuenta los aspectos de voluntad y conciencia del Espíritu. Cuando se repiten pensamientos, sentimientos, deseos, acciones y reacciones, se forman patrones en la red neuronal y éstos van cambiando según se incorporan nuevas experiencias por medio de dichos péctidos (reacciones, deseos, emociones, etc.) Así es que esos son los patrones que tenemos sobre el mundo y sobre las personas y es la base de nuestro carácter y expresión personal. Y ahora viene la pregunta ¿Entonces, si yo repito toda una serie de pensamientos, sentimientos, deseos y acciones seleccionadas con mi voluntad espiritual estoy espiritualizando mi carácter gracias a los péctidos? La respuesta, evidentemente, es sí, de ahí la necesidad de limpiar la mente y de discernir siempre con buena voluntad y conciencia.

Si en nuestra vida diaria adquirimos el hábito de repetir pensamientos, sentimientos y deseos de amor, fraternidad y altruismo hacia el prójimo estaremos creando unos patrones internos que formarán nuestro carácter y entonces seremos amor, fraternidad y altruismo. Esto es crear adicción, por tanto, debemos ser conscientes de que si creamos un carácter negativo solo nosotros somos responsables del karma futuro que nos venga. Como podemos ver, lo malo no es lo que se le pueda hacer al cuerpo físico sino a la mente. Lo ideal sería que hiciéramos una programación cada mañana viendo, a través de la imaginación creativa, cómo influimos conscientes y voluntariamente en cada una de las posibilidades que se nos presente. Entonces, basándonos en esos patrones espirituales que hemos creado a través de la repetición, es cuando debemos mantener esa concentrada atención (como observadores de nuestros diferentes cuerpos y reacciones de los mismos) para actuar como el verdadero Yo que somos, es decir, con conciencia y voluntad y libres de impresiones que actúen sobre la mente.

De esta forma, la mente, como foco del Espíritu sobre los mundos en que evolucionamos, nos ayuda a adaptarnos, a transformarnos y a alcanzar la conciencia de ese Yo espiritual que ve dichos mundos como medios para evolucionar pero no como su verdadero mundo. En el cerebro está todo lo que somos como posibilidades según nuestra propia evolución, pero también tiene una parte espiritual reservada para que trabajemos y desarrollemos ese aspecto en nosotros, y para ello debemos centrar nuestra vida consciente en ella para perder la noción del tiempo y de nosotros mismos como identidad personal. Esa es la verdadera posición del ser humano, la de observador atento y consciente que discierne y actúa desde sus más elevados ideales y a través de una mente pura y libre de aspectos personales. Eso es vivir en lo real, porque, como observadores de nosotros mismos, debemos vernos y analizarnos con los ojos de Dios.

Estamos aquí para aprender a tener intenciones; para ser creadores; para sembrar el espacio de buenos pensamientos, sentimientos y deseos; para aprender a desarrollar positivamente nuestra vida; para espiritualizar el carácter; para desarrollar la voluntad y la mente, y para conocer el Yo superior. Si nuestra conciencia puede influir en el entorno por medio de sus sentimientos y pensamientos, quiere decir que el entorno es parte nuestra y, por tanto, podemos influir en nuestro futuro destino. Pero para ello debemos trabajar como se ha dicho en los párrafos anteriores, así estaremos capacitados para escoger las posibilidades que nos permitan experimentar lo verdadero como conciencia de Dios en evolución que somos. Hay que vivir de esta manera y en este nuevo mundo que nos permita vencer y gobernar la personalidad emocional, tener nuevas experiencias con el cerebro y los diferentes cuerpos, y crear nuevos patrones de pensamientos que nos permitan alcanzar ese mundo espiritual donde tantos Maestros e Iniciados habitan. Debemos convertirnos en científicos de nuestra vida observando los resultados de los cambios que intentamos alcanzar.

Francisco Nieto

sábado, 11 de junio de 2011

CAMBIANDO PATRONES DE CONDUCTA (I)







Hasta ahora siempre se ha dicho que el mundo físico es real porque es lo que nuestros sentidos físicos perciben, pero a partir de descubrir que los sentidos pasan la información al cerebro y que éste está compuesto de materia como cualquier otro ser vivo (células, moléculas, átomos…) ya no podemos asegurar que el mundo sea tan real. Se ha demostrado que cuando miramos a algún objeto se ilumina cierta parte del cerebro, pero más curioso es que si cerramos los ojos y imaginamos ese mismo objeto se vuele a iluminar esa misma parte; de aquí que tengamos que admitir que el “Yo” que percibe el mundo material no es físico.



Lo cierto es que estamos muy influenciados por toda una serie de patrones que (unos porque ya los traemos por las experiencias de otras vidas y otros porque los adquirimos a partir de nacer) nos llevan a actuar siempre pensando en lo material, en lo personal y en lo que, egoístamente, podamos conseguir. Ese es el aspecto físico y objetivo pero hay otros aspectos subjetivos y llenos de posibilidades para cambiar la manera de ver el mundo y al prójimo y de actuar, y éstos son los que normalmente llamamos “internos”.

Todo lo que percibimos gracias a los sentidos y que es registrado en el cerebro queda a disposición de la mente consciente, por eso hay quien piensa que “somos mente” sin saber que la mente es el modo de obtener información del mundo físico por parte del Espíritu, el cual se expresa como conciencia y voluntad. En realidad nuestra vida es una experiencia sensorial (ver, oír, sentir…) es “percepción mental” pero no es pensar desde el punto de vista real e interno. Vemos lo que somos capaces de ver según la capacidad de percepción vibracional de la vista y comprendemos lo que consideramos posible, sin embargo, esta información, relacionada y comparada con la guardada, es la que hace que aumente el poder de comprensión y que se imponga sobre los condicionamientos creando así nuevos patrones de conducta. Somos conscientes de lo que percibimos cuando hay un conocimiento o experiencia previa de ese hecho u objeto, pero el patrón que guardamos para transformar y elevar los anteriores tendrá una importante relación con los sentimientos y pensamientos que nosotros creamos como respuesta. Así, si a un choque externo, experiencia, etc., “negativa” respondemos con ira, enfado, miedo o pasando a la acción agresiva (como ejemplo) este patrón puede anular a otro anterior menos negativo.

Estas experiencias y sensaciones son la raíz del karma. Las sensaciones impulsan a la acción emocional, mental y física. Una experiencia negativa con otra persona nos afecta al cuerpo emocional creando un sentimiento o deseo que nos puede llevar a la acción (en este caso y muy posiblemente negativa) si no utilizamos voluntaria y conscientemente la mente para razonar; si lo hacemos así y buscamos los aspectos positivos de la persona o de la experiencia, habremos mejorado los patrones guardados y habremos creado un buen karma. Por consiguiente, es importante ser conscientes continuamente de que si queremos cambiar nuestros patrones de conducta, debemos utilizar la voluntad para razonar con la mente los sentimientos y deseos que quieran llevarnos a la acción física o mental incontrolada, como por ejemplo la crítica y los malos pensamientos. Nuestra respuesta debería ser siempre bienintencionada, correcta, como cumplimiento de un deber espiritual y como hijos de Dios que tenemos todas Sus Virtudes latentes. Esto es importante porque estos impulsos retenidos causan ansiedad, inquietud, etc., y si no se pasa a la acción o se responde positivamente, se crea stress, al que tendríamos que combatir con la relajación física y mental.

Las sensaciones, los impactos y otras muchas experiencias nos alteran, y si nosotros no estamos centrados conscientemente en lo que somos y en el buen uso de nuestros cuerpos, mostramos esa alteración de una forma inconsciente y sin razonar. Ese es el resultado de las percepciones negativas o de las interpretaciones que hacemos de ellas según los patrones de conducta guardados, pero si viviéramos de una forma relajada y tranquila y estuviéramos conscientemente atentos a todo lo que ocurre a nuestro alrededor, superaríamos esos impulsos, enfados y reacciones negativas que tanto afectan a nuestros buenos patrones de conducta y tanto mal karma nos producen. Se trata de hacernos conscientes de todo lo que nos impulsa y nos domina (sensaciones o impactos externos, sentimientos, deseos y pensamientos inconscientemente creados) para poder controlarlo por medio de la voluntad. Es decir, lo mismo que hay que sentir tensión o dolor en cierta parte del cuerpo para saber cómo y dónde tratarlo, así también debemos estar conscientemente atentos a las respuestas de los cuerpos “de deseos” y “mental” para idear y crear pensamientos razonados opuestos a las causas.

La conciencia y la intención (voluntad) son el Alma de todas las cosas, de hecho y como se ha demostrado, el pensamiento afecta a la materia, es más, los patrones de pensamiento cambian la fisonomía de la persona y transforma los sentimientos. Cuando nosotros, como voluntad y conciencia, estamos atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor, podemos interiorizar y hacer real los hechos por el simple hecho de “escogerlos” y responder, si fuera necesario, de la forma más correcta. Cuando pensamos en una experiencia o patrón de conducta lo hacemos más real de lo que es para los sentidos, por eso hay que analizarlo y si es necesario cambiarlo con pensamientos positivos. Pero crear pensamientos positivos no es ser positivo sino ocultar y aislar los negativos existentes y de lo que se trata es de crear pensamientos positivos para que estimulen los deseos y sentimientos positivos para que, a su vez, el cuerpo esté sano, equilibrado, y se incline a las buenas costumbres y hábitos; esta acción es la que cambia verdaderamente los patrones de conducta.

Pero tan importante es la buena acción como la prevención de caer en el mal. Lo mismo que un hombre puede manifestar en su cara (como efecto) y en su expresión el trabajo espiritual y mental que internamente lleva a cabo, así mismo puede programar sus días viéndose actuar positivamente (en pensamiento, sentimientos, deseos, palabras y acciones) en cada momento. La repetición de estas programaciones hará que cada vez se cumplan más las posibilidades y, aunque surgen pequeños hechos de la “nada”, siempre los veremos según los patrones guardados y siempre tendremos la libertad de “elegir” la respuesta más adecuada a nuestra voluntad espiritual. Los impactos externos, las sensaciones y lo que percibimos, llegan al cerebro como impulsos eléctricos, pero el cerebro no distingue entre eso y lo que tiene guardado como efecto de impresiones pasadas, o sea, de los patrones de conducta. Si prestamos atención a lo que nos rodea y respondemos a dichas impresiones conscientemente y con buena voluntad y deseos, estaremos cambiando las áreas del cerebro puesto que está comprobado que el pensamiento modela o cambia la materia neuronal.



Las ideas no están guardadas en el cerebro puesto que proceden del Mundo del Pensamiento, es decir, del propio Yo superior, pero la información que llega al cerebro por medio de los sentidos y que altera los patrones guardados puede ser transformada y elegida para guardar como nuestros patrones por medio de las ideas y la voluntad del Espíritu. Sabiendo esto, debemos tener claro que cuando se repiten sentimientos, deseos y pensamientos elegidos por la voluntad espiritual, se unen y fortalecen los ya guardados anteriormente para así crear un nuevo carácter espiritual. Como ejemplo de esto diremos que el pesimista y amargado se crea y lleva una vida de pesimismo y amargura.

Esta es la manera de espiritualizar el carácter y de cambiar los patrones pero, si nos damos cuenta, es imprescindible tener siempre presente dos aspectos, estos son la concentración y la observación consciente. Estos aspectos hacen que percibamos las cosas, y la buena voluntad y el discernimiento hacen posible que elijamos lo más correcto y adecuado para nuestro desarrollo espiritual. De esta manera se pueden controlar y dirigir los diferentes cuerpos evitando así los malos deseos, sentimientos, pensamientos y acciones. Un enfado puede crear tensión pero esa tensión se anula con la relajación; una mala impresión o percepción puede incitarnos a crear malos deseos y pensamientos, pero la buena voluntad y el discernimiento pueden anularlo y ver los aspectos positivos de esas circunstancias o personas. Incluso los pensamientos de compasión y amor y los deseos de ayudar a los demás vencen los enfados y los malos sentimientos; luego entonces, el poder transformador no hay que buscarlo fuera de nosotros ni siquiera en el cerebro, sino dentro del propio ser, donde están la buena voluntad y la conciencia.




Francisco Nieto