domingo, 27 de mayo de 2012

MEDITANDO




Todo interesado en la meditación sabe que si la quiere practicar en la soledad y de una manera concentrada, lo primero que debe hacer es relajar todo lo que pueda el cuerpo físico y también la mente. La simple concentración en la respiración relaja ambos cuerpos, refiriéndome exactamente con esto a “vivir la respiración” a la vez que se relaja el cuerpo y la mente por medio de su inactividad. Esta clase de relajación es muy importante porque, como todos sabemos, rápidamente surgen tensiones en el cuerpo y una hiperactividad mental que terminan creando ansiedad. Por lo general, la meditación suele ser más bien mental, dando poca importancia a las sensaciones, sin embargo, también se pueden hacer meditaciones sobre dichas sensaciones y sentimientos positivos ya que éstos desarrollan la propia meditación y la espiritualidad. De cualquier forma, se puede observar que la mente es rígida y enjuiciadora.


La mente crea tensión y ansiedad por el hecho de andar pensando en una cosa u otra constantemente, dependiendo de lo que piense en cada momento ―sensaciones, frustraciones, problemas, preocupaciones, planes futuros o hechos pasados entre otros muchos― Por eso es necesario controlar y relajar la mente a la vez que relajamos el cuerpo con cada exhalación además de “vivir” ―sentir o experimentar― el amor y la compasión como sentimiento interno sobre uno mismo para después hacerlo sobe los demás. Cuando lo hacemos sobre nosotros mismos recordando algún momento del pasado en el que lo experimentamos, notamos esa sensación en nuestro interior, y es en ese momento en el que debemos reforzar esa sensación interna deseando y buscando la paz mental que lleva a estar alerta y atento siempre para que nada perturbe ni ensombrezca la manifestación del Ser.


Es importante sentirse rodeado de paz y de amor para identificarse y experimentarlos, y es más importante aún tenerlos siempre presentes en el corazón para poder irradiarlos en el momento en que sintamos tensión o alteración o como efecto de las impresiones, de las sensaciones y de la actividad de la mente. El ejercicio trata de observar e identificar la tensión o problema ―estrés, enfado, violencia, preocupaciones, alteraciones, críticas, etc.― y ver qué sensaciones o pensamientos surgen para luego dejarlos pasar sin intervenir o ejercer ninguna acción sobre ellos; esto lleva a su desaparición automática instaurándose el sentimiento positivo en su lugar. El hecho de observar estas alteraciones de la mente con un sentimiento de amor y compasión nos hace más precavidos en nuestras actuaciones. Todos estos aspectos negativos que surgen en la mente alejan al aspirante espiritual de lo que es la meditación y la observación de uno mismo, olvidándose entonces de sí mismo para actuar y pensar como personalidad.


En realidad, esos obstáculos y sensaciones negativas que surgen y manipulan la mente son nuestros maestros porque hacen que nos fortalezcamos en el amor y en la compasión para así eliminar dichos obstáculos de nuestras vidas. Nosotros, normalmente, nos identificamos con todos esos aspectos de la personalidad actuando como si fuéramos ellos mismos ―un deseo egoísta, un pensamiento malévolo, una emoción negativa, etc.― Así es que, si nos ponemos a observar cómo y qué clase de sentimientos y emociones surgen en nosotros y cómo y en qué piensa la mente, veremos lo que verdaderamente somos como personalidad. Y si, a la vez, este observador observa todo sin involucrarse en ello pero instalado en una sensación de amor y compasión por sí mismo, verá que todo eso desaparece y va dejando cada vez más huella quedando así un sentimiento de paz y felicidad. Es en ese momento, como observador, cuando uno se debe auto-afirmar y auto-programar para actuar siempre así ―auto-observación desde el verdadero Ser sobre la personalidad― poniéndose como dueño de la mente para no dejarla que actúe por sí misma sino cuando se desee.


En esa situación y según se vaya practicando la meditación, se conseguirá alcanzar una paz y una felicidad interna que hará que mostremos amor, compresión, tolerancia y fraternidad con el prójimo y que llevemos una sonrisa siempre en los labios. Estas meditaciones aisladas pueden llevarse a la práctica durante las actividades del día auto-recordándonos a nosotros ―haciéndonos auto-observadores― para ver cómo sentimos y pensamos, para expresar a través de nuestra aura las más elevadas cualidades del Alma, y para expresar nuestra felicidad interna por medio de una constante sonrisa. Si esto, a su vez, lo aplicamos sobre el prójimo en nuestras relaciones sociales diarias veremos que nuestros sentimientos, deseos y forma de pensar se elevan hacia los planos espirituales. Experimentar estas sensaciones positivas no evita que estemos alerta sobre la personalidad porque precisamente, los sentimientos elevados nos impulsan a seguir trabajando para eliminar esas sensaciones y esos obstáculos que distraen y controlan a la mente.


Este ejercicio desarrolla la auto-observación y nos hace vivir la vida desde la posición del verdadero Ser ―el Yo superior o Ego― notando rápidamente cuándo un sentimiento, deseo o emoción intenta dominar o distraer a la mente para que nos olvidemos del Ser y nos convirtamos en personalidad. Es curioso pero el simple hecho de observar cómo la mente se deja dominar por cualquier cosa o cómo se distrae, reinterpreta o transforma ―se entretiene― lo que le llega por los sentidos, nos debería causar risa; por tanto, este ejercicio es un medio para fortalecer nuestra voluntad a la vez que la aplicamos sobre la mente para gobernarla y dirigirla. Se notará rápidamente que a partir de cierto tiempo de práctica ya no nos identificamos tanto con las sensaciones negativas de antes ―crítica, odio, venganza, egoísmo…― sino que lo hacemos con el amor, la compasión, la fraternidad, la simpatía, etc.


Pongamos un ejemplo: Si tenemos un problema con alguien y actuamos como normalmente lo hacemos ―como personalidad― seguramente que después de los hechos le critiquemos, juzguemos o incluso le odiemos como resultado de:

1º.- Que la mente se ha entretenido en ampliar e reinterpretar los hechos.

2º.- Que la mente se ha dejado dominar por las sensaciones e impresiones de los sentidos.

3º.- Que no estábamos en la posición de auto-observadores para actuar con consciencia de Ser en ese “aquí” y “ahora.”

Si lo analizamos detenidamente comprenderemos que “eso” que ha actuado, respondido y pensado respecto al problema con la otra persona no somos nosotros puesto que en este “ahora” lo estamos examinando desde una posición incluso más elevada de la mente, o sea, desde la posición de “pensador”. Por consiguiente y como personalidad, en parte, es lógico que nos dijéramos a nosotros mismos: “¡Que absurdo! ¿Cómo he podido dejarme dominar por este hecho y por la mente hasta el punto de no ejercer mi voluntad para evitarlo?” Lo que demuestra que la personalidad es la que normalmente actúa como un yo mientras que el verdadero Yo superior está impedido en su expresión por todas esas sensaciones, obstáculos y propia mente.


Así es que recordemos que de lo que se trata es de auto-recordarnos a nosotros mismos como Ser para observar a la personalidad ―cómo siente, desea, piensa y actúa― y ejercer tal control que nos riamos de ella cuando intente ceder a las tentaciones, deseos, distracciones e impresiones de la vida y de los demás. Es necesario observar a la mente cómo se mueve de una cosa a otra y dónde y cómo presta atención para luego dejarse dominar, entretenerse o responder según los patrones que llevamos con nosotros mismos desde que nacemos. Como es lógico, con la práctica de este ejercicio notaremos que esas sensaciones, impresiones, distracciones y problemas ya no causan en nosotros ningún sufrimiento ―como efecto del odio, de la envida, del rencor, etc.― No hay nada en el mundo exterior que nos pueda causar sufrimiento si nosotros no queremos. El sufrimiento nace de nosotros mismos cada vez que la mente se deja dominar por esas sensaciones negativas y problemas que creamos cuando dejamos de auto-observarnos como verdaderos yoes o Almas. No podemos culpar a nadie de nuestro sufrimiento porque somos nosotros mismos ―como personalidad― quienes los causamos por no dejarlos pasar de largo a la vez que emitimos sentimientos y pensamientos elevados. Lo que ocurre es porque nosotros queremos que ocurra y porque nos deleitamos con esas respuestas instintivas y automáticas en vez de ejercer nuestra autoridad para que la mente no se involucre en ello.


Esta es la verdadera causa de la felicidad, la manera de tener paz en la mente y relajación física, es la manera de elevar la consciencia del Ser y de ser consciente de que la mente no es el Yo sino una herramienta que nos facilita el control de la personalidad. Esta práctica lleva a comprender que nosotros estamos en el silencio de la mente, en su espacio infinito donde no caben los problemas terrenales, sociales ni personales, por tanto, nos hacemos conscientes de que es necesario vivir en lo interno como observadores y pensadores voluntarios y conscientes.

Francisco Nieto

domingo, 13 de mayo de 2012

EL HOMBRE, CENTRO ACTIVO DE FUERZAS Y ENERGIAS (y VII)



Se podría decir que para despertar los centros son necesarias dos formas y métodos de trabajo, uno voluntario por parte del aspirante espiritual y otra similar pero bajo la dirección de algún Maestro o Iniciado. La parte que por voluntad y persistencia debe realizar el aspirante es la que desarrolla la autodisciplina, la purificación de sus cuerpos y la espiritualización del carácter para que los centros mayores se pongan en sintonía y tengan un buen ritmo y vitalidad vibratoria. En esta etapa cabe la posibilidad de que el aspirante se vea tentado –por los consejos de algunos entre otras cosas– a concentrar su mente en los centros con tal de vitalizarlos más o de despertarlos, sin embargo, eso no entra en el desarrollo normal y conlleva mucho peligro. De lo que debería acordarse el estudiante es de espiritualizar sus cuerpos, es decir, vida sana y alimentos sanos para el cuerpo físico; deseos y sentimientos espirituales, devocionales, etc.; y pensamientos elevados que lleven a la persona a ser amoroso, fraternal, compasivo y servicial con el prójimo. Esto pone en correcta actividad el cuerpo y las siete glándulas principales; hasta aquí, y por mucho tiempo, llega el trabajo individual del aspirante para que los centros despierten sin ningún peligro.



Hay Maestros de determinadas escuelas, y otros iniciados, que se dedican a “entrenar” al aspirante cuando éste ha atraído su atención desde los planos invisibles, estos iniciados basan su entrenamiento en las necesidades de desarrollo que el aspirante tenga pero también teniendo en cuenta el Rayo de la personalidad y el del Ego o Alma. Sin embargo, eso no evita que alguien pueda trabajar sobre los centros por su propia cuenta y riesgo. No se debería intentar desarrollar los centros mientras haya la más mínima maldad en el hombre pero, además, el trabajo debería ser constante durante todo el día, estando libre de preocupaciones, prejuicios, enfermedad, interrupciones en los momentos exclusivos de dedicación, etc. Los centros se desarrollan solos cuando uno se disciplina, ama y sirve a los demás y es fraternal y compasivo con todo ser viviente. Cuando la energía de la conciencia se fusiona con la energía de las células del cuerpo físico se produce sensibilidad y percepción de forma natural, pero cuando el individuo actúa erróneamente y hace una excesiva estimulación de las células del cerebro, se produce una fusión con ciertas energías de las que circulan por el cuerpo, lo que puede provocar locura y otras afecciones cerebrales entre otras enfermedades.


El Sutratma es un hilo de energía plateado donde se engarzan los átomos permanentes que unen la personalidad con el Espíritu durante un período de manifestación haciendo esto por medio del Ego. Es el Ego el que vitaliza sus vehículos o cuerpos de manifestación por medio de este hilo para así poder manifestarse y extraer el beneficio o quintaesencia de las experiencias de cada vida. Este hilo, que es en sí mismo una corriente de vida, se divide en otras dos corrientes que se conectan uno en la región de la glándula pineal en el cerebro –aspecto conciencia– y otro, que anima cada átomo, se conecta al corazón –aspecto vida– dando así las riendas al Ego para que, desde el cerebro, pueda actuar sobre la circulación sanguínea y el sistema endocrino como un ser autoconsciente e inteligente.


El sutratma es el hilo de la vida que desciende, es la base de la inmortalidad que une y vivifica todas las formas y contiene la voluntad y el propósito de la conciencia que se manifiesta; el antakarana es el hilo de la conciencia que se manifiesta o que responde dentro de las formas físicas y, aunque por lo general se piensa que es también una especie de hilo de energía, sería más acertado decir que es un estado de conciencia. El desarrollo de este puente no se inicia hasta que el ser humano está en un nivel evolutivo en que comienza a enfocarse en los planos del Mundo del Pensamiento de una manera consciente y voluntaria y comprende lo que es el pensador a diferencia de la mente creadora de pensamientos; esto es, conectar con el mundo de las ideas para ser creador, mental y voluntariamente. Naturalmente que para comenzar este proceso hay que auto-observarse y tener la consciencia en el aquí y ahora de cada instante para identificarse lo menos posible con el mundo fenoménico y material ni con las obstrucciones y distracciones de la mente. Esto hace que nuestra energía y mente se dirijan al mundo del Espíritu a la vez que éste se proyecta como corriente de energía hacia los tres mundos inferiores; esto trae como resultado una actividad recíproca o sendero que lleva al Espíritu a conectar con el cerebro gracias al Alma o Ego.


El fin último del antakarana es conectar las formas y sus fuerzas con sus fuentes originales, es decir, la vida que se manifiesta como ser humano con el Triple Espíritu a través del Ego. El hombre actual ha llegado a crear y unir sus cuerpos y a manifestarse como un centro de energía mental en el Mundo del Pensamiento a la vez que el antakarana se une al sutratma que surge del corazón, lo que traerá como resultado la identificación y fusión de la personalidad con el Ego. En realidad se trata de construir un puente entre la personalidad y el Alma y entre ésta y el Espíritu, y para ello debemos intentar vibrar en sintonía con los planos superiores del Mundo del Pensamiento; las regiones o planos de las ideas y de la intuición que deben ser captados con la mente. El antakarana se construye gracias a los constantes esfuerzos y sacrificios cuyos resultados elevan y expanden la conciencia, y no solamente por el hecho de ser bueno; hay que demostrar buenas cualidades, virtudes espirituales y una elevada aspiración. El antakarana lo van construyendo poco a poco las personas que se esfuerzan en identificarse y en actuar como los propios Egos hasta que los aspectos de la personalidad se fusionan con el Alma en los tres mundos inferiores. Este puente elimina el vacío que existe entre la conciencia del hombre actual y los mundos espirituales y ayuda a vencer las limitaciones físicas y psicológicas que limitan la libre expresión del Espíritu. Las energías que animan al cuerpo físico, la sensibilidad emocional y la inteligencia de la mente, deben unirse y transmutarse en energías que dinamicen al Ego en su propio plano, esto es, en una mente que imparta iluminación, en una naturaleza intuitiva que facilite la percepción espiritual y en las experiencias divinas.


Como hemos podido comprender a lo largo de estas páginas, el cuerpo físico no sólo es la manifestación de unas energías formativas sino que, además, es el centro donde confluyen una serie de fuerzas y energías procedentes del planeta, del sistema solar y de fuera del mismo con la única intención de ayudar. El verdadero ser humano es un Espíritu diferenciado “por” y “en” Dios, el cual se manifiesta en los tres mundos inferiores por medio de los diferentes cuerpos mencionados hasta que, a través de su evolución se forman el Alma o intermediario entre los mundos y cuerpos inferiores y los superiores. El hombre debe volver a reincorporarse y fusionarse con su Espíritu y su mundo y para ello necesita elevar progresivamente su conciencia, primero al nivel del Alma y después al del Espíritu. Entonces y gracias a todas estas fuerzas divinas que nos ayudan en perfecto orden y sintonía, dejarán de colaborar con nosotros y, a partir de ahí, seremos nosotros quienes, a imagen y semejanza a Dios, colaboremos con las vida que nos siguen en forma de reinos.


Francisco Nieto