lunes, 16 de septiembre de 2013

CAMBIANDO NUESTROS PATRONES MAGNÉTICOS (I)





            “La energía sigue al pensamiento” es una famosa frase entre los ocultistas que se suele interpretar como “allá donde enfoque su atención el hombre es donde pone su energía.” Algunas personas no tendrán muy claro su significado pero sabiendo que el 99,99 % o más somos energía, quizás comiencen a intuir la profundidad de lo que vamos a tratar. Es cierto que, aparentemente, somos lo que vemos, o sea, un cuerpo físico, pero la física actual ya ha demostrado que dentro de lo que llamamos materia hay células, moléculas y átomos, sin embargo, también es cierto que esos átomos se dividen en partículas (protón, neutrón, electrón) y otras subpartículas energéticas. Es así como podemos entender que la materia está compuesta de energía a la vez que dicha materia “flota” sobre un vacío (desde el punto de vista material) energético y que, estas partículas y subpartículas “flotan”, a su vez, sobre un vacío desconocido normalmente llamado “nada”.

Desde el punto de vista físico significa que lo que perciben nuestros sentidos podría estar  formado sólo por un 00,00010 % aproximadamente de materia física, es decir, que además de tener un cuerpo físico compuesto de materia como cualquier otra cosa, el porcentaje es tan pequeño que en realidad somos más “algo invisible” o “nada” que materia física. Esto es fácil de comprender, tenemos un cuerpo físico como el mineral (materia aparentemente sin vida) pero también tenemos otro que es la vitalidad que anima al anterior y hace que nos parezcamos a las plantas en que nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Pero hay algo que nos separa de la imagen de la planta y nos asemeja a la de los animales superiores, y ese algo son los deseos y las emociones que no tienen los vegetales. Sin embargo, todos sabemos que el ser humano es superior al animal porque tiene voluntad, razonamiento y consciencia de sí mismo, por consiguiente, somos el reino más evolucionado que hay sobre la Tierra desde el punto de vista de la materia y de la conciencia.

Acabamos de decir que  desde el punto de vista físico o material, somos más “nada” que “algo” porque ese “algo” está solamente en el cuerpo físico pero, ¿Dónde está esa parte invisible o “nada”? está claro que esa “nada” es la base u origen de las partículas energéticas que forman el átomo como lo son las moléculas respecto a las células y a las formas físicas. En ocultismo esa base que, a su vez, vivifica el cuerpo físico se llama cuerpo etérico o vital. Pero cualquier persona sabe que tenemos deseos, emociones y pensamientos, lo que significa que, aunque tampoco lo veamos, existen también como algo “invisible” o “nada” que, de alguna manera, se reflejan en el cuerpo físico. Lo mismo ocurre con los pensamientos pero a éstos los creamos gracias a otro cuerpo llamado “mental”, gracias al cual el hombre ha construido todo lo que le rodea. Si, viendo esta  exposición, comprendemos que (para la mayoría de las personas) nos sentimos físicos porque nuestros sentidos perciben la materia física y porque no tenemos otros medios para ver esa parte “invisible”, entenderemos que puede ser posible que la propia evolución nos facilite los medios para adquirir otros sentidos o estado superior de conciencia que, progresivamente, nos haga ver esa otra parte invisible que ahora no vemos. Si el hombre ha pasado por estados de inconsciencia similares al vegetal o al animal y gracias a ellos ha adquirido la autoconciencia actual ¿por qué no va a poder adquirir otra conciencia superior si encuentra los medios?

Lo mismo que una montaña tiene algún camino que facilite la subida más cómodamente aunque se tarde más por el hecho de rodearla y otro que acorte el tiempo pero que sea más escarpado o difícil de subir, también nosotros tenemos otros medios para acelerar el proceso de adquirir un nuevo estado de conciencia esforzándonos por abandonar el que llevamos hasta ahora. Dejando a un lado el cuerpo físico y el vital que le anima, nuestra vida gira casi al 100 % sobre el cuerpo emocional y el mental, ya que pensamos de acuerdo a lo que sentimos y sentimos y pensamos de acuerdo a lo que hemos “creado” o lo que somos en nuestro cerebro. Es decir, todo lo que hemos guardado en el cerebro como resultado de las experiencias, es en lo que nos basamos para pensar, actuar o expresarnos. Y este “conocimiento” guardado en agrupaciones y circuitos de neuronas es lo que nos hace responder y actuar de la misma forma ante las circunstancias de la vida. Si el resultado de las experiencias ha creado un hábito, unos rasgos y un carácter en nuestra monótona y casi repetitiva vida, eso es lo que tenemos como “programa” de actuación en el cerebro, es decir, que casi siempre actuaremos igual en cada “presente” o “ahora” y que casi siempre viviremos y nos expresaremos de acuerdo a lo vivido en el pasado.

Esto significa que para cambiar esto y tener alguna posibilidad de crear una nueva vida tenemos dos opciones, una posible y la otra lo contrario. La posible es adquirir conocimientos nuevos y trabajar sobre ellos de la forma que ya explicaremos más adelante, y la imposible, que sería nacer cada día con un cerebro limpio pero con el conocimiento que damos aquí. En mi opinión, esta sería la solución al problema de que, como estamos tan identificados con el mundo y con el cuerpo físico nos dejamos dominar por los problemas, las circunstancias, deseos, preocupaciones y estrés que creamos y que nos atan a ese estado de conciencia que, desde el punto de vista del Alma, llamamos “dormido”. Si, como podemos ver, llevamos una vida casi predecible al 100 % porque hacemos todos los días lo mismo y respondemos como autómatas ¿no sería conveniente que encontráramos algo nuevo que nos sacara de esta forma de vida que nos ata tanto al cuerpo físico, a nuestro carácter o programa cerebral y al tiempo? ¿No habrá algún conocimiento que nos haga vivir conscientes y voluntariamente en el presente (despierto) y alguna forma de no vivir en el pasado creando la posibilidad de vivir ahora con otros pensamientos y emociones futuras?

Cada individuo vive en la realidad o mundo que él mismo ha creado con su pensamiento, una persona puede ser un pésimo conductor pero puede estar convencido de que es bueno, o una anoréxica puede estar muy delgada pero, en su pensamiento, puede verse gorda. Por otro lado, sabemos que podemos estar viendo la televisión o leyendo un libro sin apenas enterarnos de nada porque nuestra mente está deambulando de un sitio para otro sin ningún tipo de control por parte del Yo. Si cada pensamiento fuera creado consciente y voluntariamente por el Yo de forma que solo manifestara los positivos y constructivos, cabria preguntarse ¿No tendríamos otra personalidad y otra vida llena de posibilidades futuras guardadas en el cerebro a modo de programas? La filosofía oculta  me ha enseñado que, como deudas y resultados de las vidas anteriores, traemos “programadas” las líneas generales de nuestra vida, pero también me ha enseñando que tenemos un libre albedrío y que, como voluntad del Alma, podemos cambiar muchos hechos y circunstancias de nuestros destino. Por consiguiente, sé que mi voluntad es un aspecto del Espíritu y que cuando gobierna a la mente y la utiliza para dirigir y controlar a la personalidad, puede crearse una personalidad diferente y un mejor y nuevo destino. Y si, viendo lo hasta ahora expuesto, sabemos que lo que creemos ser y lo que entendemos por realidad es la parte física o casi “nada” de la “verdadera realidad” puesto que el resto es “invisible” o “Espíritu”, está claro que si trabajamos desde lo más elevado de esa parte invisible que en realidad somos, podremos elevar nuestra propia conciencia y crearnos un futuro mejor.

Esto tiene su analogía en las causas que se originar en una vida y que se reflejan como efecto en las siguientes de acuerdo al trabajo que haya hecho el Yo con sus respectivos cuerpos. Así, cuando en una vida nos esforzamos por elevar nuestra moral, nuestro intelecto y nuestro Espíritu pensando, tanto o más en el prójimo como en nosotros mismos, obtendremos una vida futura mucho más próspera. Des esta misma forma, si voluntaria y conscientemente pensáramos como Alma (99,999 % de autoconciencia) y como observadores de lo físico con la intención de que la conciencia afecte a la materia ¿No sería posible que la gran mayoría (poder del Alma) pueda cambiar a la minoría (la personalidad u hombre dormido)? Todo lo existente está basado en patrones energéticos o arquetipos que son creados en el mundo del pensamiento y, si el Alma existe en esos mismos planos, ¿No es lógico que tenga poder sobre esos arquetipos que en nosotros se manifiestan como patrones de conducta y en el mundo como “naturaleza”? Dicho de otra manera, si tenemos un cuerpo compuesto y relacionado con la clase de energía y grado de vibración existente en los mundos invisibles ¿No es lógico que esa conexión nos permita cambiarnos a nosotros mismos y a nuestro futuro?

Francisco Nieto

domingo, 1 de septiembre de 2013

AL ENCUENTRO DE LA PAZ INTERNA ( y II)






El ser humano siempre está buscando la felicidad y el bienestar a la vez que huye y detesta los problemas, miedos y tristezas que lleva dentro, y no se da cuenta de que la felicidad hay que encontrarla donde está el problema, o sea, dentro. Por mucho que queramos distraernos con todo lo que se nos ocurra, solo conseguiremos aplazar por un corto tiempo el sufrimiento de los problemas porque éstos siguen dentro, sólo cuando se observan y se aceptan sin meterse en ellos es cuando se transforman en felicidad. Por ejemplo, podemos tener un problema serio en el trabajo pero (aun estando en casa tranquilamente) cuanto más pensemos en él más preocupación, agobio o tristeza nos causará. Sin embargo, si lo traemos desde la memoria y lo observamos imparcialmente y sin emitir juicio ni entrar en él para nada, lo estaremos haciendo frente sin crear nada negativo en nuestro interior y, por tanto,  estaremos dando pie a que la influencia benéfica del Alma o Yo superior nos llegue.

Esto es una forma de meditar, hay quien medita para buscar un cierto estado de felicidad para luego quedarse en él todo el tiempo que pueda. Pero eso no soluciona los problemas a no ser que se transformen y solucionen en sentido de la forma, o bien que se observen atentamente para luego dejarles marchar y así hasta que desaparecen como influencias negativas, esto es, desde la posición del verdadero Yo u observador de la mente. En esta clase de meditación no es necesario hacer nada (posturas, respiraciones, etc.) es más, es necesario “dejar de hacer” para estar atentos a lo que hay en la mente, porque si prestamos atención a otras cosas no actuaremos como observadores del problema sino que estaremos centrado en otras cosas del mundo físico en vez de estar en el estado de conciencia del Yo. Es necesario comprender que el hecho de observar atentamente es tener la consciencia en lo observado, es decir, es abrir la puerta al Alma para que actúe sobre la personalidad y sus quehaceres pero sin involucrarse.

Naturalmente que, si tenemos que resolver un asunto, lo tenemos que hacer con nuestra voluntad y nuestra mente, pero no es lo mismo actuar como normalmente lo hacemos (por instinto, de forma automática o por costumbre) que hacerlo desde la posición de observador o conciencia donde está la buena voluntad y la paz interna. Esta práctica de “no hacer” y de observar atentamente nos lleva a descubrir progresivamente lo que verdaderamente somos, un ser libre de todos los problemas del mundo y de todo el sufrimiento que eso conlleva, y una persona cuya forma de vida es diferente de la mayoría de los que le rodean. Es más, cuando nos parece difícil estar en paz es bueno dejar todo y interiorizarse como observadores del cuerpo físico hasta que la paz del observador anule el problema de la personalidad. Esto es una manera de observar el hecho, de estar vivo (sentir la vida que habita en el cuerpo) de “Ser”, o de “estar sin hacer”, lo que nos lleva a no percibir el tiempo como tal y a una elevación del estado de conciencia.

No hay persona que no esté deseosa de liberarse del peso de muchas cosas de su vida o incluso de la vida misma, otros se conformarían con liberarse de la actividad mental incontrolada, de las emociones o de los deseos que les dominan pero, de una forma u otra, todos vamos dejando el esfuerzo para otro momento futuro. Cuando, como conciencia, estamos “fuera de este mundo” aun siendo de él, podemos observar todos esos cuerpos y aspectos internos de la personalidad como algo muy lejano (por no decir ajeno) a nosotros. Esa “observación atenta” como consciencia, por encima de la personalidad en cada segundo o momento presente, es lo que se convierte en paz, tranquilidad y silencio; solo es necesario que ese tumulto de emociones y pensamiento sean libres mientras se está en el silencio interno. La actividad y sufrimiento causado por la mente, las emociones y los deseos; la memoria del pasado o proyectos de futuro; la negatividad en todas sus formas, etc.,  son formas temporales y superficiales que terminan por desintegrarse. Es más, cualquier forma o sufrimiento que es acogido y observado como hemos dicho, se transforma en paz y en felicidad.

La aspiración interna del ser humano es que se acaben los conflictos internos duales y los problemas con el entorno y con el mundo incluso instintiva o inconscientemente. Estamos deseosos por regresar a nuestro hogar como Espíritus, deseosos de elevar nuestra conciencia, de acabar con la esclavitud de la mente, de los deseos y de todo lo que nos hace sufrir. Cuando actuamos desde el “recuerdo de sí”, desde la conciencia que actúa como observador que  no enjuicia ni critica, la mente se queda inactiva y surge la paz y la calma a la vez que el espacio-tiempo parece que se expande. Esta es la meta más próxima que el común de la humanidad puede alcanzar y que algunos llaman “iluminación”. Cuando no se está identificado con la mente ni con esa idea que de nosotros tenemos como personalidad pero se está totalmente consciente, podemos vivir por unos instantes en ese estado del Ser y sentirnos totalmente libres y vivos. Este nivel de conciencia no está fuera de nosotros ni hay que buscarlo por ahí, lo tenemos dentro y no es otra cosa que “eso que percibe y que observa” como conciencia en cada aquí y ahora.

Por consiguiente, se trata de permanecer atentos a ese punto de donde nace la percepción y la observación pero sin distraerse con el objeto que se percibe puesto que ese objeto o forma es temporal ydel mundo físico. Se puede vivir en el mundo pero si lo hacemos desde el estado de conciencia del Ser o Yo superior actuando, pensando y sintiendo desde ese estado iremos dejando paso a la conciencia para hacernos uno con ella a la vez que abandonamos  a la personalidad. La meta a alcanzar por el verdadero aspirante espiritual es separar la conciencia de los pensamientos para trabajar desde la conciencia de manera tal que los pensamientos y la mente ya no dirijan su vida. El hecho de conseguir que la mente esté al servicio de la conciencia trae consigo la disolución de la personalidad y de la idea que se tiene de sí mismo.

La mente, los pensamientos, las emociones, las normas, las costumbres, las opiniones, etc. son formas y pertenecen al mundo de la forma y de la personalidad, pero quien alcanza el nivel de conciencia del que hablamos, honra, respeta, cuida y vive en la forma sin identificarse con ella. Estas personas así elevadas disfrutan de la  verdadera naturaleza del Ser y actúan conscientemente según sus ideales y sus objetivos en la vida; ellos hablan al Alma de cada uno y no a la personalidad ni a la mente; no suelen dar información sino que intentan que nos alejemos de ella y de los hábitos (entre otras cosas) para que miremos dentro de cada uno; y intentan que estemos en el presente o ahora. Los mismo que el ruido mundano nos impulsa a buscar el aislamiento para vivir en la tranquilidad, así las negatividades que afectan a nuestros cuerpos sutiles creando emociones y pensamientos incontrolados y perjudiciales para el aspirante espiritual, nos impulsan a encontrar la paz y la felicidad interna; hecho que solo se consigue cuando actuamos como conciencia u observadores del aquí y ahora.


                        Francisco Nieto