viernes, 9 de septiembre de 2011

BUSCANDO AL VERDADERO YO



Todo lo que parece real para cualquier persona es el resultado de toda una serie de sensaciones enviadas al cerebro por los sentidos, de tal manera que solo parecen reales cuando el pensador u observador las percibe, usa y ordena. Cada persona crea su propio mundo real (externo o físico) según sus patrones, experiencias conscientes, respuestas y expresiones, por eso hay quien cree en Dios o en la filosofía oculta y otros lo contrario o sólo creen en la ciencia entre otros muchos ejemplos. Algo similar ocurre respecto a las intenciones que una persona pueda tener o al cómo actuar respecto a las posibilidades que surgen continuamente en la vida, sin embargo, tanto en un caso como en otro, hay dos factores que superan la acción o la respuesta común de nuestra consciencia, y este es la conciencia y la voluntad.

La mayor parte del día no somos conscientes (somos pocos observadores conscientes) de la mayoría de cosas y hechos que ocurren a nuestro alrededor ni de lo que pensamos o sentimos, tenemos la mente y la voluntad para enfocar a ésta pero no hemos aprendido a concentrarla para ser conscientes de todo eso y para darnos cuenta de que nosotros estamos por encima del cuerpo emocional y de la mente misma. Nosotros estamos, como un Yo o Alma, casi en el nivel de la conciencia pero nos falta identificarnos con ella, trabajar para que nos pueda guiar y hablar más claro, y para eso debemos saber utilizar la mente y la voluntad.

Somos un yo “encerrado” en una serie de envolturas que le impiden ver su propio mundo y que, por el contrario, sólo puede valerse de lo que le llega al cerebro por medio de los sentidos y de los sentimientos y pensamientos que emitimos y recibimos. Sin embargo, afectamos y transformamos el mundo y a los demás porque el cerebro responde y activa los sentimientos y la mente en forma de reacción y no como creación original y voluntaria que es lo que debería ser. Si cada mañana programáramos un día de actividad con nuevos enfoques, elevados ideales, buenas intenciones y grandes posibilidades, y lo repitiéramos a menudo durante un tiempo, se cumplirían muchos de ellos. Si nosotros creamos el mundo de los sentidos según le observamos y según lo que creemos ser, nuestras acciones y pensamientos tienen que repercutir sobre él, pero si no somos conscientes y si no tenemos intención, no podremos cambiar nada porque estaremos limitados por los estímulos del mundo físico y de nuestros propios cuerpos. La observación produce memoria pero es el reflejo de la memoria lo que hace que nos reconozcamos como un Yo independiente del cuerpo físico, de los sentimientos y de los pensamientos.

Nosotros existimos día tras día pero apenas vivimos nada nuevo porque nos guiamos por los mismos patrones y por los mismos sentimientos como respuesta a las sensaciones e impactos externos. Es necesario ver cada día como una serie de oportunidades para hacer nuevas creaciones y desarrollar nuevas posibilidades. Cambiar es modificar nuestra manera de observar, de sentir, de desear, de pensar y de ver el mundo y a las personas; es crear nuevos patrones que nos hagan olvidar al yo personal, egoísta y materialista. Un nuevo enfoque a nuestra vida hará que el hipotálamo trabaje para que los neuropéptidos alcancen determinadas células receptoras y las transformen para que actúen en una nueva línea que lleve al individuo a tener nuevos impulsos y a aprovechar más oportunidades. Esto, más la manera de utilizar la mente de manera concentrada y consciente, harán que el individuo vea el mundo de diferente manera.

Son muchos y cada día más los experimentos que se hacen y que demuestran el poder de la mente por medio del pensamiento y la palabra sobre la materia y sobre la atmósfera (pensamientos, palabras, oraciones, intenciones e incluso bendiciones) Así es que, en este sentido tenemos dos aspectos:
1º.- Que todos los seres humanos somos uno en sentido atómico y subatómico; en que somos emisores y receptores de sentimientos y pensamientos (por ejemplo la telepatía o los conciertos donde las emociones van dominando cada vez más a los asistentes); en que todos buscamos algo superior aunque nos valgamos de lo inferior y del mundo físico; en que algo nos impulsa a descubrir quiénes somos y porqué estamos aquí; etc. etc.
2º.- Se ha demostrado el poder del pensamiento con (por ejemplo) la transformación del agua y otros productos en ella, lo que es importante porque, sabiendo que somos un 70 % de agua, deberíamos ser más observadores de nuestros deseos, sentimientos y pensamientos. Tal como vemos el mundo así nos viene y tal como pensamos que somos así nos transformamos, porque nada cambiamos respecto a lo externo ni tampoco originamos ideas o intenciones nuevas.

Como ya hemos dicho en algún otro párrafo, desde que nacemos, el cerebro se va modelando con una serie de patrones de conducta basados en la educación, la enseñanza, las normas sociales, costumbres…, pero todo filtrado por los sentidos que son los que comunican al cerebro lo que perciben. Si naciéramos con todos esos patrones y quisiéramos descubrir el verdadero mundo y el verdadero ser tendríamos que hacer un lavado de cerebro como el que hacían en algunos países respecto a los prisioneros de guerra. Estamos dominados por muchas de las cosas y hechos que percibimos de lo que llamamos mundo físico, no sólo por las emociones y pensamientos de los demás sino que también ocurre lo mismo respecto a nuestras propias emociones y a nuestros pensamientos a veces obsesionantes; la música, el miedo, los deseos, la soledad, etc., pueden impulsarnos a actuar en determinada forma. Cuando llegamos a la mayoría de edad decimos que somos más responsables y dueños de lo que pensamos y hacemos pero, sin embargo, en esa edad ya están muy asentados los patrones de conducta y es más difícil su eliminación o transformación; para volver al origen habría que hacer un trabajo consciente y voluntario cuya técnica dejara aflorar al verdadero Yo.

El Lavado de cerebro del que hablaba antes trataba de eliminar las creencias y convencimientos de los enemigos para imponerles otro nuevos. En nuestro caso no se trata de introducir nada sino de no fomentar los aspectos que interfieren la expresión del Yo superior, es decir, controlar la mente y purificarla para que ese yo pueda utilizarla sin interferencias y para que pueda pensar cuándo y lo que quiera. Para conseguir esto hay que silenciar la mente de tal manera que no piense por su cuenta ni que ninguna sensación o distracción haga que piense sin que nosotros estemos presente en ese momento, es decir, sin que tengamos puesta la consciencia y la voluntad. Si hacemos esto correctamente viviremos y sentiremos que somos un Yo muy superior al que creíamos ser, pero cuando actuamos como normalmente lo hacemos, no sentimos esa unión sino que creemos ser la mente, el cuerpo o los mismos deseos y sentimientos.

El verdadero Yo o Ser está por encima de la mente, la mente es la herramienta que utiliza para obtener conocimiento del mundo físico y para extraer un beneficio de las experiencias y de lo que aprende; pero la mente no es este Yo superior. El mundo del Yo superior es un mundo de paz, de armonía y de ideas originales basadas en la verdad y no un mundo de ruidos que bombardean los oídos hasta llegar a impedir que la mente esté un solo segundo sin pensar o sin responder a las sensaciones que la llegan. Es importante que dejemos de etiquetar, catalogar, conceptuar, enjuiciar, criticar…, para eliminar los patrones que nos encierran en este mundo ilusorio y que fuerza a la mente para que no deje de pensar. La voluntad está unida a ese Yo superior y es ésta la que debe ser utilizada, en principio, para discernir entre lo correcto y lo incorrecto o lo verdadero y lo falso, y así ir desechando lo que nos pueda perjudicar. Cuando se ha hecho cierto progreso, notaremos cómo la barrera que nos separaba del Yo va desapareciendo y que cada vez nos sentimos más unidos a la vida universal, al prójimo y a Dios Mismo.

La mente es una herramienta del Yo superior pero, por lo general, nosotros (como personalidad sin control de la herramienta) somos manejados por la mente casi las 24 horas del día hasta el punto de creer que somos la mente y no el pensador u observador. Esto es cierto y comprobable hasta el punto de que, cuando reconocemos esto y sabemos ponernos como pensadores y observadores, nos sentimos en el nivel que nos corresponde de consciencia. Es más, nos damos cuenta de que el pensamiento es algo que creamos pero su origen, (su mundo) es algo infinitamente superior a lo que conocemos y pensamos. Así es que el primer paso es observar a la mente para ver y cómo y qué piensa pero haciéndolo sin mente, sin razonar ni enjuiciar tal y como lo hace el Yo superior. Esto nos hace conscientes de lo que piensa la mente y, a la vez, de que somos un Yo independiente de ella pero que la podemos controlar. Esta es quizás, la mejor manera de acabar con la costumbre de la mente de pensar impulsiva e independientemente, porque cuando se observa a la mente y al pensamiento, sin intervenir, éste se desvanece y la mente deja de pensar. Esto es estar presente, con la consciencia y la voluntad en el aquí y en el ahora de nuestra mente; esto es estar como el verdadero yo que controla sus vehículos de expresión.

También podemos desarrollar nuestro Ser en el mismo sentido por medio del cuerpo físico, es decir, por medio de dirigirle y observar cómo hace las cosas, eso también es estar presente como consciencia en el aquí y ahora, a la vez que desarrollamos la concentración, la observación y la voluntad. Por otro lado, el hecho de observar, (sin identificarnos con nada) cómo respira el cuerpo y todas las sensaciones relacionadas con él, también nos hace sentirnos un Yo independiente. Hay que tener en cuenta que la actividad mental constante, el sentirse el cuerpo y dejarse llevar por los deseos y emociones es lo que podemos llamar el yo inferior o no-yo, pero cuando obramos como hemos dicho y obtenemos un control total de la mente y, a su vez, de los deseos, emociones y cuerpo físico, actuamos como el verdadero Yo. Para ser el verdadero yo y vivir en el aquí y en el ahora no debemos ser “mente” porque la mente, como un yo inferior que basa su acción en el pasado incluso para pensar en el futuro, no sabe situarse en el momento presente. Por tanto para limpiar la mente hay que ser ese Yo superior que no permite que la mente piense por su propia cuenta ni que se vea impulsada a pensar por ningún aspecto interno ni externo, y que solo utiliza la mente cuando es necesario y de una forma controlada y eficaz. De esa manera, libre de ruidos, interferencias y sensaciones, se vive en la paz interior del Yo y sólo nos exteriorizamos cómo y cuando queremos pero con consciencia.

Todas las personas están dominadas por algún deseo o emoción, y todas ellas, por lo general, no encuentran la manera de vencer o salir de ese dominio sin haber sufrido sus consecuencias. Y es que los deseos y las emociones, de manera parecida a la mente incontrolada, tienen un gran poder sobre el yo inferior o personalidad. Para vencer a un deseo o emoción es necesario observarle, estudiarle y ver de qué manera nos domina y cómo el yo inferior cede ante sus pretensiones; debemos hacer de observadores pero sin involucrarnos para luego utilizar la mente sabiamente y responder con voluntad a manera de “no acción” del hecho o de “olvidarnos” de ello para que muera de inanición.

Como hemos podido ver, somos nosotros mismos quienes debemos eliminar al yo inferior, a la personalidad que no deja de pensar y que se ve dominada por los deseos y emociones para ser impulsada a la acción física instintiva o inconscientemente. Somos nosotros como individuos los que tenemos que anular lo guardado como patrones para sentirnos el verdadero ser libre de toda influencia y dominio de la personalidad, los que debemos eliminar los hábitos de pensamiento que ponen barreras a la voluntad. La no repetición de lo guardado y de las acciones involuntarias e inconscientes es “olvidar y dejar pasar como observadores”, por el contrario, las repeticiones de pensamientos voluntarios y controlados, así como de imágenes, sentimientos, y deseos elevados serán nuevos patrones de conducta que nos llevarán a la paz interna del Yo superior. Pero como de lo que principalmente se trata es de dar paso al Yo superior para encontrar momentos de paz ,sólo es necesario la observación y la atención concentrada y consciente a todo lo que nos rodea, a lo que hacemos, a lo que decimos y a lo que pensamos para que sea lo que queramos y cuando queramos como un Yo superior o Alma.

Hay que estar convencidos de lo que deseamos hacer para conseguir “ser” pero también hay que actuar (vibrar) desde lo más elevado, desde la posición del Espíritu. Es imprescindible que cada individuo sepa ser una voluntad pensante cuándo y cómo desee para así dominar y razonar todo lo que perciban sus sentidos. Él es “consciencia” y donde esté la consciencia estará él para permitir que penetre lo que le convenga procedente de los sentidos; debe eliminar todo lo que conoce (interno o externo) como real y manifestar lo bello, lo justo y lo bueno para hacer que aflore el Alma.


Francisco Nieto

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