miércoles, 30 de noviembre de 2011

EL ASPIRANTE ESPIRITUAL Y EL SENDERO DE PERFECCIÓN (I)




Estamos aproximándonos al solsticio de invierno lo que, para algunos aspirantes espirituales –como por ejemplo los estudiantes y probacionistas de la Fraternidad Rosacruz– significa el místico y simbólico renacimiento del Cristo en el corazón de nuestro planeta. Este hecho ocurre en los tres días siguientes a la noche de navidad y trae consigo un nuevo impulso de vida y espiritualidad al planeta pero, como ocurre con la luz respecto al ciego, quien no tenga los medios para percibirlo —quien no esté en sintonía vibracional— poco consciente será de ello. Podríamos hacer tres distinciones dentro del desarrollo del ser humano actual:

1º.- Los que viven pensando solo en ellos dedicando su vida al materialismo y a la satisfacción de sus placeres.
2º.- Los que, como se suele decir, son buenas personas y se interesan tanto por ellos mismos como por los demás haciendo algún bien allá donde pueden.
3º.- Los que, siendo como la clase anterior, han obtenido un despertar hacia la vida espiritual por medio del conocimiento oculto y ponen empeño en ser cada día mejores y amorosos servidores de la humanidad.

Según lo dicho, se considera aspirante espiritual al de la tercera clase y dentro de ésta me voy a referir más concretamente a los que están conectados a una escuela iniciática como, por ejemplo, la Fraternidad Rosacruz Max Heindel.

El proceso evolutivo que la humanidad está efectuando principalmente a través de las leyes de Renacimiento y Consecuencia, guía al ser humano desde el estado primitivo hasta la etapa actual –donde algunos despiertan en algún grado un nuevo estado de conciencia– y desde ésta hacia una nueva e inmediata etapa –acuariana– donde el común de la humanidad tendrá que esforzarse para adaptarse a los nuevos cambios. Los aspirantes que han despertado a un grado superior de conciencia y están conectados a una Escuela por medio de su Rayo Individual están divididos, a su vez, en diferentes grados que van desde el simple estudiante de filosofía oculta hasta el que, gracias a su esfuerzo y sacrificio, ha desarrollado los poderes del Espíritu y ya no necesita renacer. Los aspirantes normalmente llamados “probacionistas” están obligados a ser disciplinados y a hacer méritos –entre otras cosas– para cumplir seria y responsablemente con su compromiso ante el Maestro. Compromiso que no siempre se cumple porque, con el paso del tiempo cunde el desánimo en el aspirante y deja de esforzarse por cumplir sus deberes y por servir amorosamente a los demás.

Por lo general, estas personas llegan a contactar con estas escuelas por méritos propios de otras vidas, lo que significa que están preparados para comprender nuevos conocimientos y para llevar a cabo nuevas técnicas de desarrollo espiritual que otros no serían capaces de comprender ni de practicar. Nada es dado en este universo que no se merezca y cuando estas escuelas facilitan la manera de progresar espiritualmente en esta vida y conocimientos que ayudan en gran manera en el estado post-morten, es porque la persona se merece esa nueva oportunidad. Cuando el aspirante pierde la ilusión y sus ideales elevados casi se olvidan –caídas que suelen ocurrir a menudo– se desconectan de los Maestros e Iniciados, lo que significa que ya no reciben esa ayuda en los planos invisibles. Los Hermanos Mayores, Iniciados o Maestros sólo ayudan a los que responsablemente cumplen sus obligaciones como aspirantes a la vez que cumplen con el mandado bíblico de “servir amorosamente al prójimo”.

Si no hay esfuerzo y mérito no puede haber privilegios, si no se es fiel cumplidor en las cosas pequeñas, no se puede esperar que sea considerado digno de una enseñanza o ayuda espiritual por parte del Maestro. Por tanto, lo primero que debe tener un aspirante espiritual de esta clase es disciplina para crearse nuevos hábitos en el cumplimiento de sus deberes ante el Maestro y ante la humanidad. Se trata de interiorizar la Ley, los conocimientos profundos de la Escuela iniciática, la Verdad, entonces y si se es disciplinado, surgirá la responsabilidad y una nueva forma de vida basada en la libertad. Mientras no se apliquen los principios espirituales y las enseñanzas de la escuela en cada una de nuestras formas de expresión –acciones, palabras, sentimientos y pensamientos– el aspirante sufrirá los efectos de sus actos en cualquier momento y circunstancia de su vida.

El aspirante espiritual que conecta con una Escuela esotérica e iniciática y desea acelerar su desarrollo espiritual en esta misma vida, debe someterse a un “entrenamiento esotérico y espiritual”. Este entrenamiento tiene como meta:

1º.- Hacer consciente al aspirante de las leyes divinas que gobiernan toda forma de expresión del ser humano y todo el proceso post-morten.
2º.- Darle los necesarios estímulos y ayudas para que sea un colaborador de Cristo en la Tierra por medio de una serie de motivos que le mantendrán atento para ayudar y servir al prójimo allá donde se encuentre.
3º.- Ayudarle a expandir su conciencia gracias al conocimiento y a los servicios y trabajos espirituales.
4º.- Facilitarle los medios necesarios para emanciparse de las ataduras del mundo y de la carne y para no depender de nadie.
5º.- Enseñarle que cada persona es un Espíritu en evolución que se expresa a través de varios y diferentes cuerpos pero que es la voluntad la que debe ser utilizada y puesta al servicio del bien para que dichos cuerpos sólo expresen la voluntad de Dios.

Esto, como es natural, libera al aspirante de muchas ataduras; hace que se vea más capacitado para actuar por sí mismo sin apoyo o directrices de nadie; facilita mayor autocontrol; ayuda a resolver muchas de las dudas y problemas que surgen en la vida; se desarrolla un alto grado de confianza propia, lo que da más liberad para actuar con voluntad. Sin embargo, el aspirante debe tener claro que los dones espirituales no se dan a los indignos y que los negligentes e irresponsables tampoco obtendrán los mismos resultados porque, aún siendo probacionistas, no pueden esperar nada si no se lo ha ganado.

El aspirante espiritual o probacionista, no solo tiene la obligación de esforzarse y sacrificarse por su propio desarrollo espiritual cumpliendo sus obligaciones como tal, sino que también debe colaborar con el progreso espiritual de la humanidad allá donde pueda. La paz en el mundo, la pobreza, el cuidado del cuerpo físico, el medio ambiente y la elevación de la sociedad en general deben estar presentes en la consciencia del aspirante. Un sincero aspirante no puede poner excusas y decir que no tiene tiempo ni ningún medio para ayudar o colaborar de alguna manera en todos estos aspectos; no debe pensar que sólo las cosas más notables o grandes son importantes, hay que comenzar por hacer las cosas pequeñas que es donde se suele fallar más a menudo. Son las palabras bondadosas, los apoyos personales y ayudas desinteresadas, las sonrisas y simpatías a quienes nos rodean, los actos amorosos hacia el prójimo, etc., lo que nos hace progresar espiritualmente en la vida cotidiana.

A veces los aspirantes ceden a las tentaciones de antiguos malos hábitos y se afligen hasta el punto de plantearse el abandono de ese compromiso con la Escuela y con el Maestro. Su fuerza espiritual se debilita entonces y dejan de hacer sus obligaciones viéndose así incapaces de vivir sus elevados ideales tal como lo hacían antes. Es muy necesario en estos casos volver a retomar la perspectiva y fortalecer los ideales a través de una correcta meditación sobre los diferentes aspectos de la vida que les ha llevado hasta ese punto y sobre las circunstancias en las que se encuentran. Por esta razón es tan importante la repetición que algunas escuelas como la rosacruz aconsejan. La repetición diaria de una autoprogramación sobre cómo afrontar el día llevando a la práctica sus ideales, hace que cuando llegue el momento de actuar como se ha programado, se responda condicha actitud. La repetición de una pequeña oración a Dios o a Cristo expresada de vez en cuando a lo largo del día, hace que la conciencia esté en los planos espirituales y que se sienta paz y amor. La repetición de dar gracias a Dios por todo lo que se tiene y al prójimo siempre que se necesario, hace a la persona humilde y servicial. La repetición de lecturas o de meditaciones espirituales predispone para ser verdaderos hermanos y fraternales servidores de los demás. La repetición de la retrospección nocturna –ver detalladamente y en sentido inverso todo lo que se ha hecho a lo largo del día– hace que reconozcamos nuestros errores, debilidades y defectos y da la oportunidad de proponerse y fortalecerse para superarlos. La repetición de “recordarse a sí mismo” como observador de sus expresiones personales –palabras, sentimientos, hechos…– facilita el medio para “darse cuenta” antes y rectificar. La repetición o persistencia para imponer la voluntad sobre la mente para que no piense nada más que cuándo y cómo uno quiera, hace más libre al aspirante.

A veces es conveniente incluso replantearse si no convendría hacer lo mismo que se hizo cuando el aspirante descubrió la escuela o las enseñanzas que le hicieron cambiar tan drásticamente. Suele ocurrir que cuando una persona busca un aliciente o estímulo espiritual porque siente que su vida es monótona a la vez que necesita “algo superior”, es decir, cuando algo interno despierta, la persona se esfuerza y sacrifica tiempo, dinero y otras cosas porque se deja llevar por la emoción. Entonces se hace impaciente, hace cambios en su vida que ni siquiera se le piden, dejan de relacionarse con amigos, gastan dinero sin razonar tanto si es necesario como si no, algunos llegan hasta abandonar su trabajo, transforman su vida y pierden el sentido de sus deberes y obligaciones, y por todo por la causa del Espíritu. Pero tarde o temprano pasan esos estados emocionales y se comienza a razonar comprendiendo que esos hechos no son necesarios y que incluso se ha podido causar dolor a determinadas personas. De ahí que el discernimiento sea tan necesario en la vida del aspirante espiritual, no son los fines lo más importantes sino los medios, la pureza el servicio amoroso y desinteresado al prójimo, la fraternidad, etc. representan el sendero que ha de seguir.




Francisco Nieto




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