sábado, 11 de junio de 2011

CAMBIANDO PATRONES DE CONDUCTA (I)







Hasta ahora siempre se ha dicho que el mundo físico es real porque es lo que nuestros sentidos físicos perciben, pero a partir de descubrir que los sentidos pasan la información al cerebro y que éste está compuesto de materia como cualquier otro ser vivo (células, moléculas, átomos…) ya no podemos asegurar que el mundo sea tan real. Se ha demostrado que cuando miramos a algún objeto se ilumina cierta parte del cerebro, pero más curioso es que si cerramos los ojos y imaginamos ese mismo objeto se vuele a iluminar esa misma parte; de aquí que tengamos que admitir que el “Yo” que percibe el mundo material no es físico.



Lo cierto es que estamos muy influenciados por toda una serie de patrones que (unos porque ya los traemos por las experiencias de otras vidas y otros porque los adquirimos a partir de nacer) nos llevan a actuar siempre pensando en lo material, en lo personal y en lo que, egoístamente, podamos conseguir. Ese es el aspecto físico y objetivo pero hay otros aspectos subjetivos y llenos de posibilidades para cambiar la manera de ver el mundo y al prójimo y de actuar, y éstos son los que normalmente llamamos “internos”.

Todo lo que percibimos gracias a los sentidos y que es registrado en el cerebro queda a disposición de la mente consciente, por eso hay quien piensa que “somos mente” sin saber que la mente es el modo de obtener información del mundo físico por parte del Espíritu, el cual se expresa como conciencia y voluntad. En realidad nuestra vida es una experiencia sensorial (ver, oír, sentir…) es “percepción mental” pero no es pensar desde el punto de vista real e interno. Vemos lo que somos capaces de ver según la capacidad de percepción vibracional de la vista y comprendemos lo que consideramos posible, sin embargo, esta información, relacionada y comparada con la guardada, es la que hace que aumente el poder de comprensión y que se imponga sobre los condicionamientos creando así nuevos patrones de conducta. Somos conscientes de lo que percibimos cuando hay un conocimiento o experiencia previa de ese hecho u objeto, pero el patrón que guardamos para transformar y elevar los anteriores tendrá una importante relación con los sentimientos y pensamientos que nosotros creamos como respuesta. Así, si a un choque externo, experiencia, etc., “negativa” respondemos con ira, enfado, miedo o pasando a la acción agresiva (como ejemplo) este patrón puede anular a otro anterior menos negativo.

Estas experiencias y sensaciones son la raíz del karma. Las sensaciones impulsan a la acción emocional, mental y física. Una experiencia negativa con otra persona nos afecta al cuerpo emocional creando un sentimiento o deseo que nos puede llevar a la acción (en este caso y muy posiblemente negativa) si no utilizamos voluntaria y conscientemente la mente para razonar; si lo hacemos así y buscamos los aspectos positivos de la persona o de la experiencia, habremos mejorado los patrones guardados y habremos creado un buen karma. Por consiguiente, es importante ser conscientes continuamente de que si queremos cambiar nuestros patrones de conducta, debemos utilizar la voluntad para razonar con la mente los sentimientos y deseos que quieran llevarnos a la acción física o mental incontrolada, como por ejemplo la crítica y los malos pensamientos. Nuestra respuesta debería ser siempre bienintencionada, correcta, como cumplimiento de un deber espiritual y como hijos de Dios que tenemos todas Sus Virtudes latentes. Esto es importante porque estos impulsos retenidos causan ansiedad, inquietud, etc., y si no se pasa a la acción o se responde positivamente, se crea stress, al que tendríamos que combatir con la relajación física y mental.

Las sensaciones, los impactos y otras muchas experiencias nos alteran, y si nosotros no estamos centrados conscientemente en lo que somos y en el buen uso de nuestros cuerpos, mostramos esa alteración de una forma inconsciente y sin razonar. Ese es el resultado de las percepciones negativas o de las interpretaciones que hacemos de ellas según los patrones de conducta guardados, pero si viviéramos de una forma relajada y tranquila y estuviéramos conscientemente atentos a todo lo que ocurre a nuestro alrededor, superaríamos esos impulsos, enfados y reacciones negativas que tanto afectan a nuestros buenos patrones de conducta y tanto mal karma nos producen. Se trata de hacernos conscientes de todo lo que nos impulsa y nos domina (sensaciones o impactos externos, sentimientos, deseos y pensamientos inconscientemente creados) para poder controlarlo por medio de la voluntad. Es decir, lo mismo que hay que sentir tensión o dolor en cierta parte del cuerpo para saber cómo y dónde tratarlo, así también debemos estar conscientemente atentos a las respuestas de los cuerpos “de deseos” y “mental” para idear y crear pensamientos razonados opuestos a las causas.

La conciencia y la intención (voluntad) son el Alma de todas las cosas, de hecho y como se ha demostrado, el pensamiento afecta a la materia, es más, los patrones de pensamiento cambian la fisonomía de la persona y transforma los sentimientos. Cuando nosotros, como voluntad y conciencia, estamos atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor, podemos interiorizar y hacer real los hechos por el simple hecho de “escogerlos” y responder, si fuera necesario, de la forma más correcta. Cuando pensamos en una experiencia o patrón de conducta lo hacemos más real de lo que es para los sentidos, por eso hay que analizarlo y si es necesario cambiarlo con pensamientos positivos. Pero crear pensamientos positivos no es ser positivo sino ocultar y aislar los negativos existentes y de lo que se trata es de crear pensamientos positivos para que estimulen los deseos y sentimientos positivos para que, a su vez, el cuerpo esté sano, equilibrado, y se incline a las buenas costumbres y hábitos; esta acción es la que cambia verdaderamente los patrones de conducta.

Pero tan importante es la buena acción como la prevención de caer en el mal. Lo mismo que un hombre puede manifestar en su cara (como efecto) y en su expresión el trabajo espiritual y mental que internamente lleva a cabo, así mismo puede programar sus días viéndose actuar positivamente (en pensamiento, sentimientos, deseos, palabras y acciones) en cada momento. La repetición de estas programaciones hará que cada vez se cumplan más las posibilidades y, aunque surgen pequeños hechos de la “nada”, siempre los veremos según los patrones guardados y siempre tendremos la libertad de “elegir” la respuesta más adecuada a nuestra voluntad espiritual. Los impactos externos, las sensaciones y lo que percibimos, llegan al cerebro como impulsos eléctricos, pero el cerebro no distingue entre eso y lo que tiene guardado como efecto de impresiones pasadas, o sea, de los patrones de conducta. Si prestamos atención a lo que nos rodea y respondemos a dichas impresiones conscientemente y con buena voluntad y deseos, estaremos cambiando las áreas del cerebro puesto que está comprobado que el pensamiento modela o cambia la materia neuronal.



Las ideas no están guardadas en el cerebro puesto que proceden del Mundo del Pensamiento, es decir, del propio Yo superior, pero la información que llega al cerebro por medio de los sentidos y que altera los patrones guardados puede ser transformada y elegida para guardar como nuestros patrones por medio de las ideas y la voluntad del Espíritu. Sabiendo esto, debemos tener claro que cuando se repiten sentimientos, deseos y pensamientos elegidos por la voluntad espiritual, se unen y fortalecen los ya guardados anteriormente para así crear un nuevo carácter espiritual. Como ejemplo de esto diremos que el pesimista y amargado se crea y lleva una vida de pesimismo y amargura.

Esta es la manera de espiritualizar el carácter y de cambiar los patrones pero, si nos damos cuenta, es imprescindible tener siempre presente dos aspectos, estos son la concentración y la observación consciente. Estos aspectos hacen que percibamos las cosas, y la buena voluntad y el discernimiento hacen posible que elijamos lo más correcto y adecuado para nuestro desarrollo espiritual. De esta manera se pueden controlar y dirigir los diferentes cuerpos evitando así los malos deseos, sentimientos, pensamientos y acciones. Un enfado puede crear tensión pero esa tensión se anula con la relajación; una mala impresión o percepción puede incitarnos a crear malos deseos y pensamientos, pero la buena voluntad y el discernimiento pueden anularlo y ver los aspectos positivos de esas circunstancias o personas. Incluso los pensamientos de compasión y amor y los deseos de ayudar a los demás vencen los enfados y los malos sentimientos; luego entonces, el poder transformador no hay que buscarlo fuera de nosotros ni siquiera en el cerebro, sino dentro del propio ser, donde están la buena voluntad y la conciencia.




Francisco Nieto

No hay comentarios: