domingo, 4 de octubre de 2009

MISTICISMO,EL PRIMER PASO


En la revista rosacruz “Ecos” de marzo de 1914, Max Heindel escribió una interesante respuesta a una pregunta con respecto al desarrollo espiritual. Dijo:
“El Maestro de Oriente anima a su alumno, le elogia cuando ha hecho las cosas bien, le castiga cuando ha sido descuidado. En Occidente los Hermanos Mayores nunca animan, nunca elogian y nunca censuran. El deseo debe venir de dentro del alumno, y le enseñan a juzgar por sí mismo. En cierto momento del camino le piden que escriba opiniones imparciales sobre su propia conducta, para que se pueda saber hasta qué punto ha aprendido a juzgar correctamente. De este modo le educan para que, en todos los terrenos, se apoye en sus propios pies en vez de recostarse en ellos o en cualquier otro, ya que cuanto más arriba lleguemos, más grande sería el desastre si cayésemos. Sólo en la medida que cultivamos equilibrio y confianza en nosotros mismos junto con el entusiasmo de la devoción estamos preparados para avanzar.”
Las enseñanzas rosacruces incluyen un sistema práctico de desarrollo espiritual. Muestran un lento e ininterrumpido camino que lleva a la duda y a la confusión, a la fuerza y libertad espirituales. Este sistema no ofrece atajos, te dice muy claramente que los resultados dependen completamente de tus propios esfuerzos. Lógicamente la primera lección que aprendemos es que somos responsables de nuestras acciones.
¿Hemos aceptado ya este principio?, ¿No vengamos ya a poner excusas, y a quitar importancia a nuestros defectos echando la culpa a Dios por nuestras debilidades?
Cuando aceptamos este principio como parte de nuestra filosofía de vida, hemos dado el primer paso hacia la liberación espiritual. Solo los espíritus independientes desean aceptar la responsabilidad de sus acciones y progreso. Aprecian el derecho dado por Dios de ganar el camino hacia la liberación espiritual; quieren la liberación de lo que parecen ser antojos casuales de un Dios caprichoso.
Estos espíritus independientes rechazan como infantiles las ideas de la recompensa y castigo. Saben que el valor para trabajar por una meta espiritual sin ser animado, elogiado, o censurado por un profesor es uno de los primeros signos de un aspirante verdadero. Quieren emanciparse de una infancia guiada y prepararse para la madurez espiritual. Empiezan a reconocer su lugar especial en la trama de las cosas y se regocijan por su oportunidad espiritual.
El deseo de avanzar debe venir de dentro de uno mismo. El anhelo interno, junto con un esfuerzo concentrado y prolongado, eleva nuestra alma por encima de la oscuridad de las muchedumbres humanas. El secreto del desarrollo espiritual bajo esa libertad es la habilidad de jugarnos de una forma imparcial y correcta, y lo primero que es esencial es honradez intelectual y emocional. La experiencia cotidiana nos muestra lo difícil que es el encontrar esta cualidad. Todos nosotros, principiantes y probacionistas, buscamos pretextos para acciones impropias de un aspirante.
Si no tuviésemos un lado débil, un punto flaco, no reaccionaríamos destructivamente ante determinadas experiencias. Como consecuencia es probable que al principio nuestro juicio este influenciado por emociones y sea engañado por sutiles motivos egoístas. Muchos de nosotros somos completamente incapaces de reconocer las razones reales que nos llevan a actuar. El auge de hospitales de salud mental y sofás psiquiátricos son prueba de ello.
De hecho, incluso si pudiésemos juzgar impersonalmente, la mayor parte de nosotros tendría miedo y se negaría a juzgar honradamente sus propias acciones; rechazamos cualquier cosa que perjudique la elevada opinión que tenemos de nosotros mismos. Tenemos que aceptar el hecho de que estamos llenos de limitaciones, contradicciones y excusas. Todo fingimiento deber ser desenmascarado y el desnudo y tembloroso “yo” reconocido como lo que realmente es. Seguramente encontraremos un ser, quizás fuerte en un aspecto, pero rico sólo en posibilidades que espera ser desarrolladas.
Los psicólogos siempre trabajan para reforzar el ego, para hacer que la persona se sienta importante. Un aspirante debe simplemente tener el valor de aceptar que su importancia sólo va la par con su servicio. Una vez aceptado esto, no esperamos que aparezca un Hermano Mayor y nos ofrezca entrenamiento privado para que desarrollemos nuestras cualidades espirituales. Las enseñanzas rosacruces de la Fraternidad Max Heindel fueron dadas con esa intención. La oportunidad yace en todas las experiencias. El indicador gravita hacia nuestros puntos débiles y como consecuencia aprendemos si los estamos superando o no.
Para ayudarnos, fue pensado el recurso de escribir una opinión imparcial de nuestra propia conducta. Es una forma sencilla de llamar nuestra atención sobre ciertas verdades acerca de nosotros mismos. A menos que seamos exactos y los informes sean realizados clara e imparcialmente, a menos que los hechos sean expuestos sin temor ante nuestro Ego para su juicio, no se juzgará correctamente. El Ego espiritual es obstaculizado cuando trata de redactar un informe auténtico porque los temas han sido oscurecidos por el prejuicio.
¿Es posible juzgar correctamente cuando somos incapaces de detectar los motivos reales de nuestro comportamiento? Por supuesto que no. Pero la adopción concienzuda de los ideales y métodos rosacruces en nuestra vida diaria es un método seguro que aumenta nuestro entendimiento. Como aspirantes activos buscamos y revolvemos todo hasta que la promesa de la verdad real es descubierta. Nuestra visión se ensancha; nuevo y más apasionante trabajo nos atrae y nos lleva a un esfuerzo incesante. Desarrollamos un entusiasmo, un bienestar interno espiritual que es mucho más interesante que cualquier atracción del mundo exterior.
En las primeras etapas de nuestro trabajo, la participación activa en un programa nuevo y ambicioso nos estimula. Nos disciplinamos enérgicamente incluso conseguimos superar nuestros defectos más obvios. Luego gradualmente nos vemos sometidos a fuertes tensiones internas. Nuestras limitaciones se hacen claras de forma alarmante y sabemos que nuestra ceguera deja fuera la luz que nos sostendría y alimentaría. Rezamos sin cesar y anhelamos una mano amiga que nos saque del laberinto de nuestras deudas espirituales acumuladas. El estadio embrionario de la construcción de un cuerpo espiritual es un período de restricción y dolor para el Ego, pero nos prepara para ir a casa con nuestro Padre Celestial.
Tenemos que asegurarnos de edificar una fortaleza adecuada contra la tentación y los engañosos alicientes del mal: nuestras debilidades tienen que transformarse en fuerza invulnerable y nuestros pies deben estar tan inexorablemente firmes en el sendero de la honradez que ninguna lisonja pueda engañarnos para traicionar los ideales del espíritu. ¿Y el resultado? Dos cualidades esenciales, estabilidad (aplomo) y confianza en uno mismo se van formando con nuestros continuos esfuerzos de capacitación para un servicio más importante. Estas cualidades son necesarias con el fin de fortalecernos para el siguiente paso en nuestro desarrollo espiritual.
Estabilidad es la habilidad de mantener el equilibrio cuando son ejercidas presiones perturbadoras. Significa que nos negamos a ser arrastrados cuando se nos lleva a relaciones difíciles con personas que tienen el don de crear condiciones que ponen al descubierto nuestros puntos más delicados y sensibles. Debemos reconocer lo que están haciendo y no permitir que nos afecte, permanecer calmados y orar, utilizando nuestros principios espirituales para cosas buenas.
Discerniente confianza en uno mismo es la habilidad de tomar decisiones con seguridad, conscientes de nuestro poder para juzgar situaciones correctamente. Y el elemento fusionante es una devoción sería, nuestra entrega en persona a Dios, con una práctica actitud incondicional que hace de cada experiencia una oportunidad para el servicio desinteresado.
Uno de los factores más alentadores del carácter y el desarrollo espiritual es que cada esfuerzo da múltiples frutos. Es imposible desarrollar sólo un aspecto de una característica determinada. Por ejemplo, el esfuerzo para ser honrado comienza a un nivel humilde; decir la verdad. El dominio de esta virtud básica abre nuevos horizontes. Empezamos a interesarnos por la honradez de nuestros motivos y deseamos saber: ¿Cuál es la verdadera razón por la que estoy haciendo esto? ¿Por qué tengo esta especifica reacción emocional? Al principio, por supuesto, encontramos que nuestras respuestas subconscientes no van en la línea de nuestros nuevos ideales, pero la práctica de los principios espirituales rosacruces hacen más fácil sentirnos en armonía con nuestras nuevas aspiraciones.
De todo este continuo esfuerzo y actividad del espíritu se van destilando las cualidades de estabilidad y confianza en uno mismo, templadas por una amable devoción. La dolorosa disolución de nuestras malas acciones acumuladas nos hace sensibles a las necesidades de los demás y nuestra compasión por ellos, aun en embrión, se va desarrollando. Cada paso que damos a lo largo del cada vez más estrecho sendero espiritual abre oportunidades más grandes para trabajar con los Hermanos Mayores en servicio a la humanidad.

De mi buen Amigo Salvador Caballero

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