domingo, 9 de octubre de 2011

LA ATENCIÓN Y SU RELACIÓN CON LOS SENTIDOS (y II)


El ser humano no ha desarrollado sus sentidos a la vez sino que lo ha hecho a través de millones de años de evolución y más bien por separado. Esto significa que, a través de nuestra futura evolución, puedan desarrollarse otros sentidos (como así lo afirman las enseñanzas ocultas) que nos permitan detectar otras clases de materia que ahora no percibimos; por tanto, los sentidos físicos, así como la mente, son de suma importancia para nosotros y deberíamos conocerlos más y desarrollarlos todo lo posible. Los sentidos, pues, podrían considerarse como unas delicadas herramientas que el Ego o Yo superior ha construido a lo largo de su evolución con el fin de que, a través de la mente, pueda investigar, conocer y experimentar conscientemente el mundo físico. Cada sentido está destinado y preparado para recibir y transmitir al cerebro cierta clase de vibración. El ojo transmite las ondas luminosas que recibe pero no está capacitado para transmitir las sonoras, y lo mismo ocurre con los otros sentidos, las muy variadas y diferentes clases de vibraciones son adaptadas y transmitidas al cerebro por cada sentido para informar a éste de lo que ocurre en el mundo físico. Estamos tan acostumbrados y adaptados a nuestros sentidos que, como ocurre con la mente, no les damos importancia y creemos que somos nosotros mismos, sin embargo, lo cierto es que son delicados instrumentos que la mente utiliza para que seamos conscientes del mundo y de nuestra existencia en él. Pero, profundizando un poco más, hay que pensar que la mente y los sentidos son una pequeñísima parte de la capacidad que el verdadero ser humano puede percibir pues, la mente concreta es sólo un aspecto de la mente creadora, y los sentimientos actuales son los más rudimentarios en comparación con los que desarrollaremos en un futuro.

Analizando algunos sentidos podemos valorar su importancia. En mi opinión, el sentido de la vista es el más complejo porque por su alcance facilita más información respecto al mundo externo, sea de cerca o de lejos. Evidentemente, este sentido funciona gracias a las ondas de luz, bien sean del sol o de cualquier otra fuente artificial; su captación oscila entre 450.000.000.000.000 y 700.000.000.000.000 vibraciones por segundo pero esto no significa que no haya otras muchas frecuencias de vibración que son invisibles al ojo, tal y como está demostrado. La vista, como ocurre con los músculos, se puede agudizar o desarrollar, pues no es lo mismo “ver” o “mirar” que observar o prestar atención a lo que estamos viendo. Cuando observamos con atención podemos hacer distinciones y ver más claramente la naturaleza y las partes de lo observado, por tanto, obtenemos más información y conocimiento que si no lo observáramos atentamente. Esto es así porque al fijar la atención sobre algo se concentra la mente y tomamos consciencia de ello.

El sentido del tacto es el más primitivo de todos los que tenemos y, aunque ocupa todo el cuerpo es más sensible en la piel, las manos y las yemas de los dedos. También los animales lo tienen pero no lo han desarrollado hasta el grado que nosotros puesto que ellos no han obtenido nuestra consciencia, sin embargo, sí han desarrollado notablemente el olfato, el gusto y el oído. Sabemos que a mayor atención a las sensaciones más posibilidad de desarrollo del sentido correspondiente, de hecho, hay profesiones donde el tacto es imprescindible y, por tanto, se desarrolla más que en otras. Pero también es cierto que si no atendemos y prestamos atención a este sentido se va degradando, el tacto se puede desarrollar y en cierto modo controlar hasta el punto de no sentir dolor y otros hechos similares.

El oído, o mejor dicho el nervio acústico, transmite al cerebro las vibraciones acústicas que recibe por el aire, las frecuencias que registra oscilan entre 20 y 38.000 pero, como los demás sentidos, se puede agudizar por medio de la atención voluntaria; un ejemplo de ello son los animales y algunas tribus.

Todo cuanto somos, evolutivamente hablando, es el resultado del producto espiritual, moral, intelectual y físico obtenido de cada renacimiento y cuando digo esto me refiero incluso a la época en que el “hombre” no era casi consciente de sí mismo. Después de obtener el germen de la mente y desarrollarla hasta el punto de ser autoconsciente, el ser humano aceleró su proceso evolutivo imponiendo progresivamente la razón sobre el instinto animal. Desde entonces y hasta ahora, seamos o no conscientes de muchos hechos, hemos obtenido en cada vida un gran conocimiento siempre gracias a los sentidos y a la mente. Todo cuanto una persona puede alcanzar y desarrollar estará basado en el conocimiento adquirido anteriormente, pero está claro que el que no se esfuerce, el que no se adapte y el que no ponga atención a sus cuerpos y al mundo que le rodea, poco podrá progresar.

En realidad sabemos menos de lo que deberíamos respecto a lo que sucede a nuestro alrededor porque nuestros sentidos están muy limitados. También es cierto que nuestra evolución, como formas, comenzó con el sentido del tacto, gracias al cual progresamos como lo hacen hoy los minerales, es decir, gracias a los impactos del exterior y a la manipulación y transformación que hace el hombre sobre ellos. Nuestro progreso es diferente y superior a los animales gracias a que somos autoconscientes y hacemos un uso voluntario de los sentidos, es esta autoconsciencia la que, en verdad, genera la evolución que nos diferencia de los animales porque, gracias a ella, hemos adquirido un grado superior de conciencia. Y cuando adquiramos el siguiente grado de conciencia entonces los sentidos físicos no nos harán falta porque evolucionaremos y seremos conscientes en otro mundo de materia más sutil donde nuestro cuerpo físico no tendrá cabida.

Nuestros sentidos del pasado hicieron que fuera necesario un cerebro para que, una vez obtenida la mente, el Yo superior pudiera evolucionar más rápidamente gracias al conocimiento y a las experiencias de cada vida. Si no tuviéramos sentidos seríamos como el mineral, y por muy grande que fuera nuestra mente no podríamos evolucionar como lo hacemos porque no podríamos poner nuestra atención y nuestra consciencia sobre ellos. Evidentemente que no recibimos las ideas superiores por medio de los sentidos puesto que éstas proceden del propio Yo superior, pero ha sido gracias a los sentidos como se ha desarrollado ese Yo superior o Ego. Ahora es el Ego como “atención consciente” quien tiene que acelerar su desarrollo por medio de la observación de cómo se expresan sus vehículos y del mundo que les rodea. Son las experiencias conscientes, la auto observación y la atención sobre los cuerpos y su actitud ante las circunstancias y experiencias los que hacen que el Yo superior pueda expresar cada vez más abiertamente su naturaleza espiritual y su sabiduría. Pero nosotros, como personalidad, podemos colaborar haciendo eso mismo siempre que podamos y erradicando de nuestras vidas las malas actitudes en pensamientos, sentimientos, deseos, palabras y acciones ante y sobre los demás.

Se afirma que en nuestro Yo superior está la quintaesencia de lo alcanzado en todos nuestros anteriores renacimientos y que en nuestro futuro predeterminado obtendremos nuevos y superiores sentidos de percepción, pero eso no se puede alcanzar sin la perfección de los actuales (el uso inteligente y espiritual del Yo superior) Nosotros, como Egos, recibimos las impresiones y el conocimiento gracias a los sentidos y a la mente, si no prestamos atención consciente a los sentidos y si no limpiamos la mente de todas las distracciones y de todo lo que obstruya la voluntad y la atención, poco podremos evolucionar en esta vida y poca comunión tendremos con nuestro Ego Es bueno mantener la atención sobre los sentidos para ser conscientes de todo lo que ocurre a nuestro alrededor y de todo lo que hacemos, pero más importante es controlar y dirigir la mente con sabiduría y buena voluntad.

El verdadero aspirante espiritual debe esforzarse por ser dueño y señor de sus propios cuerpos y para conseguirlo debe subordinar todo lo que recibe de los sentidos, debe prestar atención sólo a lo que sea positivo y útil para su desarrollo, debe razonar y discernir lo que percibe y llega a la mente con la voluntad espiritual, y debe mantener su cuerpo emocional y su mente libre de bajas vibraciones que le inciten a hacer el mal en cualquiera de las formas. El hecho de que nuestros sentidos no capten otras vibraciones superiores no significa que no existan y que pertenezcan a otros mundos de materia o frecuencia vibratoria, de hecho, así ocurrirá en el futuro cuando desarrollemos más las facultades de los sentidos, de la mente y, por tanto, de la conciencia. Si, de alguna manera, alguien nos facilitará algún sentido nuevo y superior a los que tenemos, es evidente que el mundo que percibimos no sería el mismo sino que sería más grande, distinto y maravilloso para nuestro estado de consciencia actual.

Toda la información e impresiones que nos llegan del exterior a través de los sentidos y de la mente son necesarias como material para nuestra actitud en el mundo y para elaborar respuestas. Por eso es importante que se ponga atención consciente en los sentidos y en nuestras acciones y respuestas porque si utilizamos la voluntad y la mente para expresarnos con la mejor voluntad y con discernimiento estaremos creando una memoria que será la base de un mejor destino. La memoria se forma gracias a la información que nos llega del exterior, ese es el material del que nos servimos para actuar, para pensar y para expresarnos; pero si no ponemos atención a lo que nos llega, a lo que hacemos y, en definitiva, a lo que somos, el material guardado en la memoria no será tan útil para nuestro propio desarrollo espiritual.

Recordemos que cuanto mayor atención consciente, buena voluntad y discernimiento ante la información que nos llega por medio de los sentidos, mayor disciplina y control sobre nuestros cuerpos y mayor desarrollo de los mismos tendremos. Según sea la calidad de lo que guardamos en la memoria así será de beneficioso o no el material del que formaremos nuestros pensamientos; según prestemos atención y nos sintamos atraídos o no por el mal (sentimientos, deseos, pensamientos …) así serán las vibraciones que tengamos y que emitamos a través de nuestros cuerpos. Por consiguiente, es necesario poner manos a la obra para disciplinar nuestros vehículos y nuestros sentidos.

Puesto que nuestra evolución depende actualmente de nuestros sentidos, es necesario dar la debida importancia a la educación de la percepción por medio de los mismos; no olvidemos que sin la información que nos llega no podemos evolucionar. Por eso es muy recomendable estar siempre muy atentos; ser conscientes de lo que nos rodea y de nuestra actitud y expresión; y observarse a sí mismo para ver cómo se piensa, como siente y qué se desea. Esta es la forma en que podemos acelerar nuestro desarrollo espiritual a la vez que desarrollamos nuevos sentidos. Nuestra mente necesita conocimientos y nuestro Ego experiencias que le ayuden a desarrollar los poderes del Espíritu. El Ego y la mente han desarrollado y siguen perfeccionando los sentidos de nuestros cuerpos pero, como son estos los sentidos que únicamente podemos utilizar, conviene mantenerlos en buen estado (cuidado del cuerpo físico) y agudizarlos en el mejor de los sentidos para que sean portadores de buen material para el uso de la mente (discernimiento) y de la voluntad. La buena voluntad, el discernimiento y la atención consciente son las herramientas más directas que el Yo superior tiene, si éstas son bien utilizadas, lo que percibamos y lo que asimilemos nos aportará un gran conocimiento que se transformará en intuición y sabiduría.

Francisco Nieto

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