miércoles, 14 de agosto de 2013

AL ENCUENTRO DE LA PAZ INTERNA (I)





Cuando, en esta vida, un aspirante espiritual descubre que puede mejorar moral y espiritualmente por medio de algo que “surge” en su destino, suele ocurrir que en lo primero que piensa es en cambiar su vida. Comienza a imaginar que sus relaciones familiares y sociales van a ser maravillosas, que el destino le traerá oportunidades de progreso, que las elevadas vibraciones de su aura atraerán la simpatía de los demás de forma magnética y otros hechos más. Pero este aspirante que desea tener resultados visibles externamente no es consciente de que los cambios que están sucediendo interna y, como efecto, externamente, se deben a que se ha hecho más consciente, es decir, actúa más tiempo consciente y voluntariamente que antes que se dejaba llevar por la mente, por los deseos y por las emociones. Si antes actuaba mecánica e instintivamente, ahora intenta estar presente, como consciencia, para observar lo que ocurre en sus cuerpos y así usar la voluntad para su propio desarrollo; por consiguiente, se hace un observador de sí mismo.

Con el paso de los años, y si este aspirante persiste en esa acción, comprobará que el “truco” está en interiorizarse (en vez de querer cambiar las cosas de fuera) en ser una consciencia siempre en el presente y no en el pasado ni en el futuro, ocurriendo entonces que ni la mente está tan activa ni él se deja dominar tanto por los sentimientos y deseos. Esto significa que se está dando pie a que haya espacios de silencio mental entre unos pensamientos y otros (cuando nos observamos internamente y cuando estamos en el aquí y ahora como consciencia) pero también se está dejando de calificar y juzgar porque no se pone tanto interés en recordar algo que ha pasado o en pensar en hechos futuros. En definitiva, el ser se complace en vivir internamente y no en perder el tiempo en cosas y hechos que, además de no servir para nada, le hacen sufrir y perder la paz y el control de sus cuerpos sutiles. Cuando cualquiera de nosotros, como aspirantes, descubre esta nueva manera de actuar y la lleva a la práctica, percibe algo en su interior que hace que se sienta satisfecho con todo lo que hace puesto que actúa con su mejor voluntad y como “presencia consciente” en cada momento. Esto, a su vez, desarrolla un cambio interno que se refleja en lo externo hasta el punto de que las personas con las que tratamos lo perciben, siendo, por tanto, las relaciones más autenticas y profundas gracias a la paz interna alcanzada.

Sabemos que hay maldad en el mundo, y eso es un gran inconveniente para el progreso de la humanidad, sin embargo, no solemos darnos cuenta de que el mayor inconveniente  está dentro, y no fuera, de nosotros. Podríamos decir que vemos lo que pensamos y lo que somos puesto que lo externo está unido a lo interno por medio de la consciencia y de los sentidos. Son los sentidos (en cada presente o ahora) los que crean o presentan lo que vemos y con lo que nos relacionamos a la consciencia, otra cosa es que nosotros en ese momento estemos presente o, por el contrario, estemos dominados por otros aspectos de la personalidad (deseos, hechos pasados, malos pensamientos, etc.) Según lo que nos llegue del exterior puede generar diferentes reacciones en lo interior, bien sean buenas (amor, altruismo, cariño, amistad, etc.) o bien sean malas (envidia, resentimiento, crítica, odio, etc.) pero, tanto si genera felicidad como si genera sufrimiento, no cabe la menor duda que es un reflejo de lo que llevamos dentro; por tanto y como ejemplo, en este caso, estaríamos vibrando en sintonía con lo que estamos viendo o viviendo. Y mientras sigamos manteniendo esa vibración y no la reconozcamos y transformemos, seguirémos formando parte de ese mal externo. De aquí la necesidad de actuar en consciencia en cada segundo para poder observarnos, transformarnos y ayudar a cambiar  el mundo puesto que el mundo es un reflejo del estado de conciencia que tenemos.

Cuando observamos y vemos el mundo como un espejo donde se refleja lo que somos internamente y como consciencias, nos podemos dar cuenta de que el miedo, las inquietudes y todo lo que sentimos respecto al mundo es lo que llevamos con nosotros y lo que somos. Cuando vemos la negatividad del mundo que nos rodea y nos auto-observamos interiormente como consciencias para ver las nuestras y así poder transformarlas, podemos comprobar que nacen nuevos y más elevados sentimientos. Así vamos ascendiendo en consciencia, así elevamos nuestra escala de valores, y así conseguimos ser nosotros mismos como Yoes superiores los que actuamos en cada momento presente. Esto, además de hacernos progresar más rápidamente, nos ayuda a eliminar nuestro karma de una manera calmada y comprensiva y nos inclina a transformar la negatividad del mundo.

Un ejemplo de esto lo podemos ver cuando llevamos a la práctica las palabras de Cristo respecto a amar a nuestros enemigos, es decir, cuando nos imaginamos dando amor a alguien que odiamos, cuando le enviamos amor voluntaria y conscientemente o cuando le tratamos con amor, entonces, el odio desaparece y el enemigo también. Esto es lo que podríamos llamar “liberación” porque cuando nos liberamos de esta forma de toda la negatividad que tenemos internamente, comenzamos a ver el mundo de otra manera. Cuando vemos el mundo y actuamos en él dejándonos llevar por los sentidos, los deseos, las emociones y la mente incontrolada, en realidad estamos actuando desde la inconsciencia, solo siendo nosotros mismos (como consciencias en cada aquí y ahora) podemos ser conscientes de nuestra actuación interna y externa y así alcanzar ese mundo que verdaderamente deseamos.

Cuando vivimos (como la mayoría de las personas) “en” y “viendo” el mundo a través de los sentidos, de los deseos, de las emociones y de la mente, actuamos casi como autómatas identificados con las formas y con ese mundo dual e ilusorio que existe fuera de nosotros. Aclarémoslo, cuando el cuerpo físico muere los sentidos mueren pero nos quedan los sentimientos y la memoria de lo que ha sido el mundo físico, pero los sentimientos cambian según nuestra voluntad y uso de la mente, luego entonces y al igual que los sentidos estos también desaparecen. La mente la podemos dominar y usar o no dependiendo de nuestra voluntad, por tanto y sabiendo que podemos ser conscientes de todo ello, podemos comprender que la mente también desaparece y que está por debajo de la voluntad y de la conciencia. Así es que, lo mismo que ocurre al cabo de ciertos años después de la muerte, desaparecen todos esos aspectos personales y se queda solo la conciencia (ya no existe el mundo ni el cuerpo físico ni los deseos, ni los sentimientos ni los pensamientos) Así mismo podemos hacer en cada ahora o presente para ser conscientes de ese momento y circunstancias y de nada más (sin actuar según nuestro pasado, costumbres y automatismo)      

                                                 Francisco Nieto

jueves, 1 de agosto de 2013

CONSCIENCIAS Y YOES





           No hay que ser muy observador para darse cuenta de que un bebé no tiene apenas consciencia del mundo físico, por ejemplo, quiere coger algo que está fuera de su alcance y aún no comprende que no puede, no reconoce porque aún no tiene memoria, no sabe dónde puede haber un peligro por falta de experiencias, etc. Cuando un niño nace aún tiene la conciencia en el mundo de donde viene, que no es otro que donde vamos cada noche cuando nuestro cuerpo físico se duerme y donde vamos después de la muerte de éste. Según va tomando conciencia del mundo físico va perdiendo la conciencia de ese otro mundo de Ángeles, por eso los niños son clarividentes durante unos pocos años por mucho que sus padres se empeñen en decirles que no se inventen cosas o que no tengan tanta imaginación. Los niños nacen con “conciencia” de Alma fruto de todos sus renacimientos a través de millones de años, pero sin consciencia del mundo físico porque aún o ha tenido experiencias en él. El niño comienza por tomar consciencia del nuevo mundo gracias al placer de alimentarse de la leche materna, lo que le hace “desear” tener esa experiencia otra vez, pero más adelante tendrá que hacer frente a otras experiencias que serán motivo de rechazo porque le causen dolor, y otras donde se mostrará indiferente.


            Así es que, la base de las experiencias se encuentra en la información que llega de los sentidos hasta el cerebro y que la mente luego almacena como placer (deseo) o dolor, (rechazo) de lo que se deriva toda una serie de emociones que pueden llegar al amor o al odio entre otras. Con cada experiencia que tiene el niño, la mente la almacena en la memoria, representada también en agrupaciones neurales del cerebro. Cada vez que se repite una experiencia con algo nuevo ésta toma el lugar de la anterior y cuando se repite mucho una misma experiencia se forma el hábito, y según sea la educación, enseñanza, relaciones sociales, etc. así será el carácter y la propia identidad. Pero, como todos nos podemos dar cuenta, nuestra consciencia del mundo físico y nuestro carácter van cambiando con el paso de los años según las experiencias de cada día.

            La humanidad, como tal, también ha pasado por diferentes estados de consciencia comenzando por la inconsciencia del mundo físico como en el caso del recién nacido. Mucho antes de obtener el germen de lo que, a través de la evolución, se ha convertido en mente, éramos inconscientes del mundo físico como lo son los animales o como lo somos mientras dormimos. Hubo una época en que éramos tan inconscientes como los minerales, pero llegó un momento en que los impactos del exterior “despertaron” otra conciencia superior que nos hizo mostrar algo parecido a lo que hoy llamamos sentimientos. De ahí surgieron, como hemos dicho en el anterior párrafo, los deseos por lo que causaba placer y rechazo por lo que causaba dolor, pero también aliciente para seguir experimentando aunque nuestra consciencia todavía era interna, es decir, todavía no “conocía” el mundo físico. Fue la evolución en esa conciencia interna la que, de forma similar a los animales, nos llevó a necesitar otra consciencia superior que estuviera relacionada con el mundo físico, y por eso nos facilitaron el germen de lo que hoy hemos desarrollado como mente. Según fuimos desarrollando la mente y conociendo el mundo físico nos hicimos autoconscientes de nosotros mismos y nos dimos cuenta que éramos individuos. Así es que, hemos pasado de la consciencia del mundo interno o mundos superiores, a la consciencia externa del mundo físico (perdiendo la anterior) gracias a la cual estamos evolucionando por medio de las experiencias en este mundo que hemos creado.

            En el caso del niño tiene una primera etapa de casi inconsciencia hasta los 7 años, una segunda donde se reconoce como un ser pero dependiente de sus padres hasta los 14, y una tercera donde se independiza gracias a que se siente responsable de sus actos a los 21. A nivel de humanidad, pasamos por una etapa de inconsciencia del mundo físico; una segunda donde nos dejábamos dominar y actuábamos de acuerdo al cuerpo de deseos o emocional; y una tercera, en la que estamos ahora, donde gracias a la mente somos autoconscientes y estamos desarrollando la voluntad y los poderes del Alma. Todo eso ha hecho que nos identifiquemos tanto con este mundo de materia que aún muchos creen que son el cuerpo físico. Es cierto que otros saben que eso no es así, pero la realidad es que, por no ser, no somos ni siquiera la mente. Tanto el niño como la humanidad se dejaron dominar por el placer y eso les llevó a desear más experiencias placenteras, y así se ha llegado a intentar vivir para satisfacer nuestros deseos personales. Como he dicho, a partir de obtener la mente, también comenzamos a desarrollar la voluntad, pero tanto la mente como la voluntad están muy apegados a lo material, a la personalidad y a todo lo que nos satisfaga egoístamente. Cuando teníamos la conciencia interna desconocíamos el mundo físico, ahora tenemos conciencia del mundo físico pero desconocemos el mundo del Alma, que es el verdadero mundo del Yo o Ego.

            Es necesario que el hombre se conozca a sí mismo y para conocerse a sí mismo debe auto-observarse para así poder ser consciente de lo que pertenece al mundo y lo que pertenece al Alma. Cuando despertó el hombre a este mundo pensaba que era el cuerpo y se identificó como un Yo a la vez que consideraba “no-yo” a todo lo demás. Ahora se identifica con la mente y considera no-yo a su cuerpo físico pero todavía tiene poca idea de que esa conciencia tampoco es la que le corresponde. El hombre actual, como le ocurre al niño, actúa según lo que se va grabando en su cerebro desde que nace, la repetición automática de hechos crea hábitos, éstos crean el carácter y éste último crea unos rasgos que le hacen actuar casi como un autómata. Y es de ese estado de consciencia en el que estamos ahora y donde, (aunque creamos que este mundo es real) en realidad estamos dormidos, del que debemos salir para elevarnos a la conciencia del Alma. Actuamos según lo que tenemos guardado en el cerebro y que, a su vez, despierta ciertas emociones que impulsan a pensar y a actuar de la misma forma. No es el mismo yo el que ante un problema se pone a razonar conscientemente que el que actúa todos los días haciendo las mismas cosas; no es el mismo yo el que intenta crear algo nuevo gracias a su discernimiento y a su voluntad que el que está viendo la televisión con su mente entretenida en lo que está viendo; no es el mismo yo el que vive en las experiencias del pasado o en las imaginaciones del futuro que el que se auto-observa en cada momento presente o ahora siendo consciente de que sus emociones y sus pensamientos no son él; y no es el mismo yo el que escribe en el teclado del ordenador de forma automática que el que observa atentamente cómo se van formando las palabras en la pantalla.

            Desde pequeñitos y según las experiencias que tengamos, estamos activando células nerviosas con la particularidad de que, cuando cierta cantidad de ellas se activan juntas también se conectan juntas, llegando a crear esa repetición una relación y conexión duradera. De esta forma se crean las redes neurales estáticas que, al cabo de un tiempo, se convierten en hábitos. Viendo esta actividad repetitiva a lo largo de toda la vida comprenderemos que el cerebro configura una estructura limitada o “realidad” basada en los mismos sentimientos, emociones, pensamientos, etc. Así es que, mientras sigamos sintiendo las mismas emociones y deseos, y  mientras sigamos pensando igual que en el pasado, seguiremos creando la misma realidad que en la que vivimos y seguiremos creando las mismas circunstancias que volverán a crear las mismas emociones y forma de pensar.

            La neurociencia actual ya ha confirmado la relación existente (causa y efecto) entre la mente, las emociones y el cuerpo físico que tantas veces ha explicado la filosofía oculta esotérica. Tal y como dicen, tenemos unas sustancias químicas (neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas) que con cada pensamiento hacen que el cerebro envíe unas señales químicas al cuerpo para que, a modo de mensajes sobre lo pensado, hagan que el cuerpo reaccione de acuerdo al pensamiento confirmando así que el cuerpo y el pensamiento están en sintonía. De esta forma podemos comprender fácilmente que si creamos pensamientos positivos (amor, compasión, fraternidad, etc.) el cuerpo produce sustancias químicas que nos harán sentir bien pero, de igual forma, si creamos pensamientos negativos (miedos, preocupaciones, etc.) también nos sentiremos mal. Está claro, pues que, según sentimos el resultado de nuestros pensamientos volvemos a pensar de acuerdo a eso que sentimos como resultado de la acción de las sustancias químicas. Si esto lo aplicamos a los hábitos que nos hemos creado, nos daremos cuenta de que ha sido la repetición de una forma de pensar y de sentir lo que nos lleva a actuar casi de forma automática obteniendo siempre los mismos resultados. Es aquí donde cabe preguntarse ¿Hasta qué punto dominamos nuestros cuerpos y hasta qué punto es lo contrario? Lo cierto es que el 95 % del comportamiento y de las expresiones que tenemos a lo largo del día son resultado de esa personalidad fruto de todo lo que acabamos de explicar a lo largo de nuestra vida. De acuerdo con estas explicaciones, es fácil comprender que el verdadero Yo, como conciencia superior, apenas tiene oportunidad de expresarse y por eso se suele decir que está “dormido”.

            Mientras el ser humano siga actuando según las experiencias del pasado, según los dictados de sus deseos y de sus emociones incontroladas, según las respuestas mentales automáticas, y según el carácter y los hábitos de siempre, no “despertará” a una nueva conciencia. Por eso es tan necesario que cree un nuevo mundo ideal con sus deseos y con su imaginación; es necesario que deje de etiquetar a todo cuanto conoce, y que vea a los demás como Almas y no según las experiencias que se ha tenido con ellos. Es necesario que el hombre actual sea autoconsciente en sí mismo para poder observar atentamente sus deseos, sus emociones y sus pensamientos, solo así podrá “auto-conocerse” y construir una nueva conciencia y un nuevo mundo.

                                     Francisco Nieto