lunes, 16 de septiembre de 2013

CAMBIANDO NUESTROS PATRONES MAGNÉTICOS (I)





            “La energía sigue al pensamiento” es una famosa frase entre los ocultistas que se suele interpretar como “allá donde enfoque su atención el hombre es donde pone su energía.” Algunas personas no tendrán muy claro su significado pero sabiendo que el 99,99 % o más somos energía, quizás comiencen a intuir la profundidad de lo que vamos a tratar. Es cierto que, aparentemente, somos lo que vemos, o sea, un cuerpo físico, pero la física actual ya ha demostrado que dentro de lo que llamamos materia hay células, moléculas y átomos, sin embargo, también es cierto que esos átomos se dividen en partículas (protón, neutrón, electrón) y otras subpartículas energéticas. Es así como podemos entender que la materia está compuesta de energía a la vez que dicha materia “flota” sobre un vacío (desde el punto de vista material) energético y que, estas partículas y subpartículas “flotan”, a su vez, sobre un vacío desconocido normalmente llamado “nada”.

Desde el punto de vista físico significa que lo que perciben nuestros sentidos podría estar  formado sólo por un 00,00010 % aproximadamente de materia física, es decir, que además de tener un cuerpo físico compuesto de materia como cualquier otra cosa, el porcentaje es tan pequeño que en realidad somos más “algo invisible” o “nada” que materia física. Esto es fácil de comprender, tenemos un cuerpo físico como el mineral (materia aparentemente sin vida) pero también tenemos otro que es la vitalidad que anima al anterior y hace que nos parezcamos a las plantas en que nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Pero hay algo que nos separa de la imagen de la planta y nos asemeja a la de los animales superiores, y ese algo son los deseos y las emociones que no tienen los vegetales. Sin embargo, todos sabemos que el ser humano es superior al animal porque tiene voluntad, razonamiento y consciencia de sí mismo, por consiguiente, somos el reino más evolucionado que hay sobre la Tierra desde el punto de vista de la materia y de la conciencia.

Acabamos de decir que  desde el punto de vista físico o material, somos más “nada” que “algo” porque ese “algo” está solamente en el cuerpo físico pero, ¿Dónde está esa parte invisible o “nada”? está claro que esa “nada” es la base u origen de las partículas energéticas que forman el átomo como lo son las moléculas respecto a las células y a las formas físicas. En ocultismo esa base que, a su vez, vivifica el cuerpo físico se llama cuerpo etérico o vital. Pero cualquier persona sabe que tenemos deseos, emociones y pensamientos, lo que significa que, aunque tampoco lo veamos, existen también como algo “invisible” o “nada” que, de alguna manera, se reflejan en el cuerpo físico. Lo mismo ocurre con los pensamientos pero a éstos los creamos gracias a otro cuerpo llamado “mental”, gracias al cual el hombre ha construido todo lo que le rodea. Si, viendo esta  exposición, comprendemos que (para la mayoría de las personas) nos sentimos físicos porque nuestros sentidos perciben la materia física y porque no tenemos otros medios para ver esa parte “invisible”, entenderemos que puede ser posible que la propia evolución nos facilite los medios para adquirir otros sentidos o estado superior de conciencia que, progresivamente, nos haga ver esa otra parte invisible que ahora no vemos. Si el hombre ha pasado por estados de inconsciencia similares al vegetal o al animal y gracias a ellos ha adquirido la autoconciencia actual ¿por qué no va a poder adquirir otra conciencia superior si encuentra los medios?

Lo mismo que una montaña tiene algún camino que facilite la subida más cómodamente aunque se tarde más por el hecho de rodearla y otro que acorte el tiempo pero que sea más escarpado o difícil de subir, también nosotros tenemos otros medios para acelerar el proceso de adquirir un nuevo estado de conciencia esforzándonos por abandonar el que llevamos hasta ahora. Dejando a un lado el cuerpo físico y el vital que le anima, nuestra vida gira casi al 100 % sobre el cuerpo emocional y el mental, ya que pensamos de acuerdo a lo que sentimos y sentimos y pensamos de acuerdo a lo que hemos “creado” o lo que somos en nuestro cerebro. Es decir, todo lo que hemos guardado en el cerebro como resultado de las experiencias, es en lo que nos basamos para pensar, actuar o expresarnos. Y este “conocimiento” guardado en agrupaciones y circuitos de neuronas es lo que nos hace responder y actuar de la misma forma ante las circunstancias de la vida. Si el resultado de las experiencias ha creado un hábito, unos rasgos y un carácter en nuestra monótona y casi repetitiva vida, eso es lo que tenemos como “programa” de actuación en el cerebro, es decir, que casi siempre actuaremos igual en cada “presente” o “ahora” y que casi siempre viviremos y nos expresaremos de acuerdo a lo vivido en el pasado.

Esto significa que para cambiar esto y tener alguna posibilidad de crear una nueva vida tenemos dos opciones, una posible y la otra lo contrario. La posible es adquirir conocimientos nuevos y trabajar sobre ellos de la forma que ya explicaremos más adelante, y la imposible, que sería nacer cada día con un cerebro limpio pero con el conocimiento que damos aquí. En mi opinión, esta sería la solución al problema de que, como estamos tan identificados con el mundo y con el cuerpo físico nos dejamos dominar por los problemas, las circunstancias, deseos, preocupaciones y estrés que creamos y que nos atan a ese estado de conciencia que, desde el punto de vista del Alma, llamamos “dormido”. Si, como podemos ver, llevamos una vida casi predecible al 100 % porque hacemos todos los días lo mismo y respondemos como autómatas ¿no sería conveniente que encontráramos algo nuevo que nos sacara de esta forma de vida que nos ata tanto al cuerpo físico, a nuestro carácter o programa cerebral y al tiempo? ¿No habrá algún conocimiento que nos haga vivir conscientes y voluntariamente en el presente (despierto) y alguna forma de no vivir en el pasado creando la posibilidad de vivir ahora con otros pensamientos y emociones futuras?

Cada individuo vive en la realidad o mundo que él mismo ha creado con su pensamiento, una persona puede ser un pésimo conductor pero puede estar convencido de que es bueno, o una anoréxica puede estar muy delgada pero, en su pensamiento, puede verse gorda. Por otro lado, sabemos que podemos estar viendo la televisión o leyendo un libro sin apenas enterarnos de nada porque nuestra mente está deambulando de un sitio para otro sin ningún tipo de control por parte del Yo. Si cada pensamiento fuera creado consciente y voluntariamente por el Yo de forma que solo manifestara los positivos y constructivos, cabria preguntarse ¿No tendríamos otra personalidad y otra vida llena de posibilidades futuras guardadas en el cerebro a modo de programas? La filosofía oculta  me ha enseñado que, como deudas y resultados de las vidas anteriores, traemos “programadas” las líneas generales de nuestra vida, pero también me ha enseñando que tenemos un libre albedrío y que, como voluntad del Alma, podemos cambiar muchos hechos y circunstancias de nuestros destino. Por consiguiente, sé que mi voluntad es un aspecto del Espíritu y que cuando gobierna a la mente y la utiliza para dirigir y controlar a la personalidad, puede crearse una personalidad diferente y un mejor y nuevo destino. Y si, viendo lo hasta ahora expuesto, sabemos que lo que creemos ser y lo que entendemos por realidad es la parte física o casi “nada” de la “verdadera realidad” puesto que el resto es “invisible” o “Espíritu”, está claro que si trabajamos desde lo más elevado de esa parte invisible que en realidad somos, podremos elevar nuestra propia conciencia y crearnos un futuro mejor.

Esto tiene su analogía en las causas que se originar en una vida y que se reflejan como efecto en las siguientes de acuerdo al trabajo que haya hecho el Yo con sus respectivos cuerpos. Así, cuando en una vida nos esforzamos por elevar nuestra moral, nuestro intelecto y nuestro Espíritu pensando, tanto o más en el prójimo como en nosotros mismos, obtendremos una vida futura mucho más próspera. Des esta misma forma, si voluntaria y conscientemente pensáramos como Alma (99,999 % de autoconciencia) y como observadores de lo físico con la intención de que la conciencia afecte a la materia ¿No sería posible que la gran mayoría (poder del Alma) pueda cambiar a la minoría (la personalidad u hombre dormido)? Todo lo existente está basado en patrones energéticos o arquetipos que son creados en el mundo del pensamiento y, si el Alma existe en esos mismos planos, ¿No es lógico que tenga poder sobre esos arquetipos que en nosotros se manifiestan como patrones de conducta y en el mundo como “naturaleza”? Dicho de otra manera, si tenemos un cuerpo compuesto y relacionado con la clase de energía y grado de vibración existente en los mundos invisibles ¿No es lógico que esa conexión nos permita cambiarnos a nosotros mismos y a nuestro futuro?

Francisco Nieto

domingo, 1 de septiembre de 2013

AL ENCUENTRO DE LA PAZ INTERNA ( y II)






El ser humano siempre está buscando la felicidad y el bienestar a la vez que huye y detesta los problemas, miedos y tristezas que lleva dentro, y no se da cuenta de que la felicidad hay que encontrarla donde está el problema, o sea, dentro. Por mucho que queramos distraernos con todo lo que se nos ocurra, solo conseguiremos aplazar por un corto tiempo el sufrimiento de los problemas porque éstos siguen dentro, sólo cuando se observan y se aceptan sin meterse en ellos es cuando se transforman en felicidad. Por ejemplo, podemos tener un problema serio en el trabajo pero (aun estando en casa tranquilamente) cuanto más pensemos en él más preocupación, agobio o tristeza nos causará. Sin embargo, si lo traemos desde la memoria y lo observamos imparcialmente y sin emitir juicio ni entrar en él para nada, lo estaremos haciendo frente sin crear nada negativo en nuestro interior y, por tanto,  estaremos dando pie a que la influencia benéfica del Alma o Yo superior nos llegue.

Esto es una forma de meditar, hay quien medita para buscar un cierto estado de felicidad para luego quedarse en él todo el tiempo que pueda. Pero eso no soluciona los problemas a no ser que se transformen y solucionen en sentido de la forma, o bien que se observen atentamente para luego dejarles marchar y así hasta que desaparecen como influencias negativas, esto es, desde la posición del verdadero Yo u observador de la mente. En esta clase de meditación no es necesario hacer nada (posturas, respiraciones, etc.) es más, es necesario “dejar de hacer” para estar atentos a lo que hay en la mente, porque si prestamos atención a otras cosas no actuaremos como observadores del problema sino que estaremos centrado en otras cosas del mundo físico en vez de estar en el estado de conciencia del Yo. Es necesario comprender que el hecho de observar atentamente es tener la consciencia en lo observado, es decir, es abrir la puerta al Alma para que actúe sobre la personalidad y sus quehaceres pero sin involucrarse.

Naturalmente que, si tenemos que resolver un asunto, lo tenemos que hacer con nuestra voluntad y nuestra mente, pero no es lo mismo actuar como normalmente lo hacemos (por instinto, de forma automática o por costumbre) que hacerlo desde la posición de observador o conciencia donde está la buena voluntad y la paz interna. Esta práctica de “no hacer” y de observar atentamente nos lleva a descubrir progresivamente lo que verdaderamente somos, un ser libre de todos los problemas del mundo y de todo el sufrimiento que eso conlleva, y una persona cuya forma de vida es diferente de la mayoría de los que le rodean. Es más, cuando nos parece difícil estar en paz es bueno dejar todo y interiorizarse como observadores del cuerpo físico hasta que la paz del observador anule el problema de la personalidad. Esto es una manera de observar el hecho, de estar vivo (sentir la vida que habita en el cuerpo) de “Ser”, o de “estar sin hacer”, lo que nos lleva a no percibir el tiempo como tal y a una elevación del estado de conciencia.

No hay persona que no esté deseosa de liberarse del peso de muchas cosas de su vida o incluso de la vida misma, otros se conformarían con liberarse de la actividad mental incontrolada, de las emociones o de los deseos que les dominan pero, de una forma u otra, todos vamos dejando el esfuerzo para otro momento futuro. Cuando, como conciencia, estamos “fuera de este mundo” aun siendo de él, podemos observar todos esos cuerpos y aspectos internos de la personalidad como algo muy lejano (por no decir ajeno) a nosotros. Esa “observación atenta” como consciencia, por encima de la personalidad en cada segundo o momento presente, es lo que se convierte en paz, tranquilidad y silencio; solo es necesario que ese tumulto de emociones y pensamiento sean libres mientras se está en el silencio interno. La actividad y sufrimiento causado por la mente, las emociones y los deseos; la memoria del pasado o proyectos de futuro; la negatividad en todas sus formas, etc.,  son formas temporales y superficiales que terminan por desintegrarse. Es más, cualquier forma o sufrimiento que es acogido y observado como hemos dicho, se transforma en paz y en felicidad.

La aspiración interna del ser humano es que se acaben los conflictos internos duales y los problemas con el entorno y con el mundo incluso instintiva o inconscientemente. Estamos deseosos por regresar a nuestro hogar como Espíritus, deseosos de elevar nuestra conciencia, de acabar con la esclavitud de la mente, de los deseos y de todo lo que nos hace sufrir. Cuando actuamos desde el “recuerdo de sí”, desde la conciencia que actúa como observador que  no enjuicia ni critica, la mente se queda inactiva y surge la paz y la calma a la vez que el espacio-tiempo parece que se expande. Esta es la meta más próxima que el común de la humanidad puede alcanzar y que algunos llaman “iluminación”. Cuando no se está identificado con la mente ni con esa idea que de nosotros tenemos como personalidad pero se está totalmente consciente, podemos vivir por unos instantes en ese estado del Ser y sentirnos totalmente libres y vivos. Este nivel de conciencia no está fuera de nosotros ni hay que buscarlo por ahí, lo tenemos dentro y no es otra cosa que “eso que percibe y que observa” como conciencia en cada aquí y ahora.

Por consiguiente, se trata de permanecer atentos a ese punto de donde nace la percepción y la observación pero sin distraerse con el objeto que se percibe puesto que ese objeto o forma es temporal ydel mundo físico. Se puede vivir en el mundo pero si lo hacemos desde el estado de conciencia del Ser o Yo superior actuando, pensando y sintiendo desde ese estado iremos dejando paso a la conciencia para hacernos uno con ella a la vez que abandonamos  a la personalidad. La meta a alcanzar por el verdadero aspirante espiritual es separar la conciencia de los pensamientos para trabajar desde la conciencia de manera tal que los pensamientos y la mente ya no dirijan su vida. El hecho de conseguir que la mente esté al servicio de la conciencia trae consigo la disolución de la personalidad y de la idea que se tiene de sí mismo.

La mente, los pensamientos, las emociones, las normas, las costumbres, las opiniones, etc. son formas y pertenecen al mundo de la forma y de la personalidad, pero quien alcanza el nivel de conciencia del que hablamos, honra, respeta, cuida y vive en la forma sin identificarse con ella. Estas personas así elevadas disfrutan de la  verdadera naturaleza del Ser y actúan conscientemente según sus ideales y sus objetivos en la vida; ellos hablan al Alma de cada uno y no a la personalidad ni a la mente; no suelen dar información sino que intentan que nos alejemos de ella y de los hábitos (entre otras cosas) para que miremos dentro de cada uno; y intentan que estemos en el presente o ahora. Los mismo que el ruido mundano nos impulsa a buscar el aislamiento para vivir en la tranquilidad, así las negatividades que afectan a nuestros cuerpos sutiles creando emociones y pensamientos incontrolados y perjudiciales para el aspirante espiritual, nos impulsan a encontrar la paz y la felicidad interna; hecho que solo se consigue cuando actuamos como conciencia u observadores del aquí y ahora.


                        Francisco Nieto

miércoles, 14 de agosto de 2013

AL ENCUENTRO DE LA PAZ INTERNA (I)





Cuando, en esta vida, un aspirante espiritual descubre que puede mejorar moral y espiritualmente por medio de algo que “surge” en su destino, suele ocurrir que en lo primero que piensa es en cambiar su vida. Comienza a imaginar que sus relaciones familiares y sociales van a ser maravillosas, que el destino le traerá oportunidades de progreso, que las elevadas vibraciones de su aura atraerán la simpatía de los demás de forma magnética y otros hechos más. Pero este aspirante que desea tener resultados visibles externamente no es consciente de que los cambios que están sucediendo interna y, como efecto, externamente, se deben a que se ha hecho más consciente, es decir, actúa más tiempo consciente y voluntariamente que antes que se dejaba llevar por la mente, por los deseos y por las emociones. Si antes actuaba mecánica e instintivamente, ahora intenta estar presente, como consciencia, para observar lo que ocurre en sus cuerpos y así usar la voluntad para su propio desarrollo; por consiguiente, se hace un observador de sí mismo.

Con el paso de los años, y si este aspirante persiste en esa acción, comprobará que el “truco” está en interiorizarse (en vez de querer cambiar las cosas de fuera) en ser una consciencia siempre en el presente y no en el pasado ni en el futuro, ocurriendo entonces que ni la mente está tan activa ni él se deja dominar tanto por los sentimientos y deseos. Esto significa que se está dando pie a que haya espacios de silencio mental entre unos pensamientos y otros (cuando nos observamos internamente y cuando estamos en el aquí y ahora como consciencia) pero también se está dejando de calificar y juzgar porque no se pone tanto interés en recordar algo que ha pasado o en pensar en hechos futuros. En definitiva, el ser se complace en vivir internamente y no en perder el tiempo en cosas y hechos que, además de no servir para nada, le hacen sufrir y perder la paz y el control de sus cuerpos sutiles. Cuando cualquiera de nosotros, como aspirantes, descubre esta nueva manera de actuar y la lleva a la práctica, percibe algo en su interior que hace que se sienta satisfecho con todo lo que hace puesto que actúa con su mejor voluntad y como “presencia consciente” en cada momento. Esto, a su vez, desarrolla un cambio interno que se refleja en lo externo hasta el punto de que las personas con las que tratamos lo perciben, siendo, por tanto, las relaciones más autenticas y profundas gracias a la paz interna alcanzada.

Sabemos que hay maldad en el mundo, y eso es un gran inconveniente para el progreso de la humanidad, sin embargo, no solemos darnos cuenta de que el mayor inconveniente  está dentro, y no fuera, de nosotros. Podríamos decir que vemos lo que pensamos y lo que somos puesto que lo externo está unido a lo interno por medio de la consciencia y de los sentidos. Son los sentidos (en cada presente o ahora) los que crean o presentan lo que vemos y con lo que nos relacionamos a la consciencia, otra cosa es que nosotros en ese momento estemos presente o, por el contrario, estemos dominados por otros aspectos de la personalidad (deseos, hechos pasados, malos pensamientos, etc.) Según lo que nos llegue del exterior puede generar diferentes reacciones en lo interior, bien sean buenas (amor, altruismo, cariño, amistad, etc.) o bien sean malas (envidia, resentimiento, crítica, odio, etc.) pero, tanto si genera felicidad como si genera sufrimiento, no cabe la menor duda que es un reflejo de lo que llevamos dentro; por tanto y como ejemplo, en este caso, estaríamos vibrando en sintonía con lo que estamos viendo o viviendo. Y mientras sigamos manteniendo esa vibración y no la reconozcamos y transformemos, seguirémos formando parte de ese mal externo. De aquí la necesidad de actuar en consciencia en cada segundo para poder observarnos, transformarnos y ayudar a cambiar  el mundo puesto que el mundo es un reflejo del estado de conciencia que tenemos.

Cuando observamos y vemos el mundo como un espejo donde se refleja lo que somos internamente y como consciencias, nos podemos dar cuenta de que el miedo, las inquietudes y todo lo que sentimos respecto al mundo es lo que llevamos con nosotros y lo que somos. Cuando vemos la negatividad del mundo que nos rodea y nos auto-observamos interiormente como consciencias para ver las nuestras y así poder transformarlas, podemos comprobar que nacen nuevos y más elevados sentimientos. Así vamos ascendiendo en consciencia, así elevamos nuestra escala de valores, y así conseguimos ser nosotros mismos como Yoes superiores los que actuamos en cada momento presente. Esto, además de hacernos progresar más rápidamente, nos ayuda a eliminar nuestro karma de una manera calmada y comprensiva y nos inclina a transformar la negatividad del mundo.

Un ejemplo de esto lo podemos ver cuando llevamos a la práctica las palabras de Cristo respecto a amar a nuestros enemigos, es decir, cuando nos imaginamos dando amor a alguien que odiamos, cuando le enviamos amor voluntaria y conscientemente o cuando le tratamos con amor, entonces, el odio desaparece y el enemigo también. Esto es lo que podríamos llamar “liberación” porque cuando nos liberamos de esta forma de toda la negatividad que tenemos internamente, comenzamos a ver el mundo de otra manera. Cuando vemos el mundo y actuamos en él dejándonos llevar por los sentidos, los deseos, las emociones y la mente incontrolada, en realidad estamos actuando desde la inconsciencia, solo siendo nosotros mismos (como consciencias en cada aquí y ahora) podemos ser conscientes de nuestra actuación interna y externa y así alcanzar ese mundo que verdaderamente deseamos.

Cuando vivimos (como la mayoría de las personas) “en” y “viendo” el mundo a través de los sentidos, de los deseos, de las emociones y de la mente, actuamos casi como autómatas identificados con las formas y con ese mundo dual e ilusorio que existe fuera de nosotros. Aclarémoslo, cuando el cuerpo físico muere los sentidos mueren pero nos quedan los sentimientos y la memoria de lo que ha sido el mundo físico, pero los sentimientos cambian según nuestra voluntad y uso de la mente, luego entonces y al igual que los sentidos estos también desaparecen. La mente la podemos dominar y usar o no dependiendo de nuestra voluntad, por tanto y sabiendo que podemos ser conscientes de todo ello, podemos comprender que la mente también desaparece y que está por debajo de la voluntad y de la conciencia. Así es que, lo mismo que ocurre al cabo de ciertos años después de la muerte, desaparecen todos esos aspectos personales y se queda solo la conciencia (ya no existe el mundo ni el cuerpo físico ni los deseos, ni los sentimientos ni los pensamientos) Así mismo podemos hacer en cada ahora o presente para ser conscientes de ese momento y circunstancias y de nada más (sin actuar según nuestro pasado, costumbres y automatismo)      

                                                 Francisco Nieto

jueves, 1 de agosto de 2013

CONSCIENCIAS Y YOES





           No hay que ser muy observador para darse cuenta de que un bebé no tiene apenas consciencia del mundo físico, por ejemplo, quiere coger algo que está fuera de su alcance y aún no comprende que no puede, no reconoce porque aún no tiene memoria, no sabe dónde puede haber un peligro por falta de experiencias, etc. Cuando un niño nace aún tiene la conciencia en el mundo de donde viene, que no es otro que donde vamos cada noche cuando nuestro cuerpo físico se duerme y donde vamos después de la muerte de éste. Según va tomando conciencia del mundo físico va perdiendo la conciencia de ese otro mundo de Ángeles, por eso los niños son clarividentes durante unos pocos años por mucho que sus padres se empeñen en decirles que no se inventen cosas o que no tengan tanta imaginación. Los niños nacen con “conciencia” de Alma fruto de todos sus renacimientos a través de millones de años, pero sin consciencia del mundo físico porque aún o ha tenido experiencias en él. El niño comienza por tomar consciencia del nuevo mundo gracias al placer de alimentarse de la leche materna, lo que le hace “desear” tener esa experiencia otra vez, pero más adelante tendrá que hacer frente a otras experiencias que serán motivo de rechazo porque le causen dolor, y otras donde se mostrará indiferente.


            Así es que, la base de las experiencias se encuentra en la información que llega de los sentidos hasta el cerebro y que la mente luego almacena como placer (deseo) o dolor, (rechazo) de lo que se deriva toda una serie de emociones que pueden llegar al amor o al odio entre otras. Con cada experiencia que tiene el niño, la mente la almacena en la memoria, representada también en agrupaciones neurales del cerebro. Cada vez que se repite una experiencia con algo nuevo ésta toma el lugar de la anterior y cuando se repite mucho una misma experiencia se forma el hábito, y según sea la educación, enseñanza, relaciones sociales, etc. así será el carácter y la propia identidad. Pero, como todos nos podemos dar cuenta, nuestra consciencia del mundo físico y nuestro carácter van cambiando con el paso de los años según las experiencias de cada día.

            La humanidad, como tal, también ha pasado por diferentes estados de consciencia comenzando por la inconsciencia del mundo físico como en el caso del recién nacido. Mucho antes de obtener el germen de lo que, a través de la evolución, se ha convertido en mente, éramos inconscientes del mundo físico como lo son los animales o como lo somos mientras dormimos. Hubo una época en que éramos tan inconscientes como los minerales, pero llegó un momento en que los impactos del exterior “despertaron” otra conciencia superior que nos hizo mostrar algo parecido a lo que hoy llamamos sentimientos. De ahí surgieron, como hemos dicho en el anterior párrafo, los deseos por lo que causaba placer y rechazo por lo que causaba dolor, pero también aliciente para seguir experimentando aunque nuestra consciencia todavía era interna, es decir, todavía no “conocía” el mundo físico. Fue la evolución en esa conciencia interna la que, de forma similar a los animales, nos llevó a necesitar otra consciencia superior que estuviera relacionada con el mundo físico, y por eso nos facilitaron el germen de lo que hoy hemos desarrollado como mente. Según fuimos desarrollando la mente y conociendo el mundo físico nos hicimos autoconscientes de nosotros mismos y nos dimos cuenta que éramos individuos. Así es que, hemos pasado de la consciencia del mundo interno o mundos superiores, a la consciencia externa del mundo físico (perdiendo la anterior) gracias a la cual estamos evolucionando por medio de las experiencias en este mundo que hemos creado.

            En el caso del niño tiene una primera etapa de casi inconsciencia hasta los 7 años, una segunda donde se reconoce como un ser pero dependiente de sus padres hasta los 14, y una tercera donde se independiza gracias a que se siente responsable de sus actos a los 21. A nivel de humanidad, pasamos por una etapa de inconsciencia del mundo físico; una segunda donde nos dejábamos dominar y actuábamos de acuerdo al cuerpo de deseos o emocional; y una tercera, en la que estamos ahora, donde gracias a la mente somos autoconscientes y estamos desarrollando la voluntad y los poderes del Alma. Todo eso ha hecho que nos identifiquemos tanto con este mundo de materia que aún muchos creen que son el cuerpo físico. Es cierto que otros saben que eso no es así, pero la realidad es que, por no ser, no somos ni siquiera la mente. Tanto el niño como la humanidad se dejaron dominar por el placer y eso les llevó a desear más experiencias placenteras, y así se ha llegado a intentar vivir para satisfacer nuestros deseos personales. Como he dicho, a partir de obtener la mente, también comenzamos a desarrollar la voluntad, pero tanto la mente como la voluntad están muy apegados a lo material, a la personalidad y a todo lo que nos satisfaga egoístamente. Cuando teníamos la conciencia interna desconocíamos el mundo físico, ahora tenemos conciencia del mundo físico pero desconocemos el mundo del Alma, que es el verdadero mundo del Yo o Ego.

            Es necesario que el hombre se conozca a sí mismo y para conocerse a sí mismo debe auto-observarse para así poder ser consciente de lo que pertenece al mundo y lo que pertenece al Alma. Cuando despertó el hombre a este mundo pensaba que era el cuerpo y se identificó como un Yo a la vez que consideraba “no-yo” a todo lo demás. Ahora se identifica con la mente y considera no-yo a su cuerpo físico pero todavía tiene poca idea de que esa conciencia tampoco es la que le corresponde. El hombre actual, como le ocurre al niño, actúa según lo que se va grabando en su cerebro desde que nace, la repetición automática de hechos crea hábitos, éstos crean el carácter y éste último crea unos rasgos que le hacen actuar casi como un autómata. Y es de ese estado de consciencia en el que estamos ahora y donde, (aunque creamos que este mundo es real) en realidad estamos dormidos, del que debemos salir para elevarnos a la conciencia del Alma. Actuamos según lo que tenemos guardado en el cerebro y que, a su vez, despierta ciertas emociones que impulsan a pensar y a actuar de la misma forma. No es el mismo yo el que ante un problema se pone a razonar conscientemente que el que actúa todos los días haciendo las mismas cosas; no es el mismo yo el que intenta crear algo nuevo gracias a su discernimiento y a su voluntad que el que está viendo la televisión con su mente entretenida en lo que está viendo; no es el mismo yo el que vive en las experiencias del pasado o en las imaginaciones del futuro que el que se auto-observa en cada momento presente o ahora siendo consciente de que sus emociones y sus pensamientos no son él; y no es el mismo yo el que escribe en el teclado del ordenador de forma automática que el que observa atentamente cómo se van formando las palabras en la pantalla.

            Desde pequeñitos y según las experiencias que tengamos, estamos activando células nerviosas con la particularidad de que, cuando cierta cantidad de ellas se activan juntas también se conectan juntas, llegando a crear esa repetición una relación y conexión duradera. De esta forma se crean las redes neurales estáticas que, al cabo de un tiempo, se convierten en hábitos. Viendo esta actividad repetitiva a lo largo de toda la vida comprenderemos que el cerebro configura una estructura limitada o “realidad” basada en los mismos sentimientos, emociones, pensamientos, etc. Así es que, mientras sigamos sintiendo las mismas emociones y deseos, y  mientras sigamos pensando igual que en el pasado, seguiremos creando la misma realidad que en la que vivimos y seguiremos creando las mismas circunstancias que volverán a crear las mismas emociones y forma de pensar.

            La neurociencia actual ya ha confirmado la relación existente (causa y efecto) entre la mente, las emociones y el cuerpo físico que tantas veces ha explicado la filosofía oculta esotérica. Tal y como dicen, tenemos unas sustancias químicas (neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas) que con cada pensamiento hacen que el cerebro envíe unas señales químicas al cuerpo para que, a modo de mensajes sobre lo pensado, hagan que el cuerpo reaccione de acuerdo al pensamiento confirmando así que el cuerpo y el pensamiento están en sintonía. De esta forma podemos comprender fácilmente que si creamos pensamientos positivos (amor, compasión, fraternidad, etc.) el cuerpo produce sustancias químicas que nos harán sentir bien pero, de igual forma, si creamos pensamientos negativos (miedos, preocupaciones, etc.) también nos sentiremos mal. Está claro, pues que, según sentimos el resultado de nuestros pensamientos volvemos a pensar de acuerdo a eso que sentimos como resultado de la acción de las sustancias químicas. Si esto lo aplicamos a los hábitos que nos hemos creado, nos daremos cuenta de que ha sido la repetición de una forma de pensar y de sentir lo que nos lleva a actuar casi de forma automática obteniendo siempre los mismos resultados. Es aquí donde cabe preguntarse ¿Hasta qué punto dominamos nuestros cuerpos y hasta qué punto es lo contrario? Lo cierto es que el 95 % del comportamiento y de las expresiones que tenemos a lo largo del día son resultado de esa personalidad fruto de todo lo que acabamos de explicar a lo largo de nuestra vida. De acuerdo con estas explicaciones, es fácil comprender que el verdadero Yo, como conciencia superior, apenas tiene oportunidad de expresarse y por eso se suele decir que está “dormido”.

            Mientras el ser humano siga actuando según las experiencias del pasado, según los dictados de sus deseos y de sus emociones incontroladas, según las respuestas mentales automáticas, y según el carácter y los hábitos de siempre, no “despertará” a una nueva conciencia. Por eso es tan necesario que cree un nuevo mundo ideal con sus deseos y con su imaginación; es necesario que deje de etiquetar a todo cuanto conoce, y que vea a los demás como Almas y no según las experiencias que se ha tenido con ellos. Es necesario que el hombre actual sea autoconsciente en sí mismo para poder observar atentamente sus deseos, sus emociones y sus pensamientos, solo así podrá “auto-conocerse” y construir una nueva conciencia y un nuevo mundo.

                                     Francisco Nieto